Tirar al campo de fútbol mecheros o bolsas con comida no es propio de un país civilizado. Y lo que ocurrió ayer en el campo del Atlético de Madrid habla más de salvajismo que de otra cosa. España nunca ha destacado por su educación. El español es áspero por naturaleza, pícaro, mentiroso y tiende a lo incívico. Ayer sentí vergüenza de mis compatriotas y vergüenza de la educación que se imparte en las escuelas y en algunas familias. No se puede agredir gratuitamente a nadie, ni vulnerar las normas de convivencia de una manera tan flagrante. Un país no debería estar siempre en tensión, como lo está Venezuela, por ejemplo, ni la barbarie debería apropiarse de los espectáculos deportivos. Seremos siempre un país de mentecatos hasta que no seamos capaces de normalizar nuestros comportamientos. Lo de ayer en el Metropolitano supone otro expositor para el mundo de la España que hemos creado entre todos. Una España herida por el mal comportamiento. Me dirán que no se trata de todos los españoles. Claro que no, es una inmensa minoría que daña a la inmensa mayoría y la pone en entredicho. Pero esta no debe ser una excusa para intentar ocultar hasta dónde hemos llegado. Un país de mentecatos se construye poco a poco y al final lo que tenemos que hacer es no dejarnos ganar por estos imbéciles, que no tienen nada en la cabeza, o que lo poco que tienen no les sirve para nada. Fue un pobre espectáculo y ese campo merece un cierre y ese club –inocente o culpable— merece una seria advertencia. No se puede convertir un deporte tan bello en una batalla de mecheros y de restos de comidas. Esto es propio de pueblos primitivos, aunque los pueblos primitivos no dispusieran de mecheros sino de antorchas.
viernes, octubre 11, 2024