Se extiende la voz de que el juez del Tribunal Supremo, Llarena, puede emitir una euroorden de detención contra Puigdemont, que ya no está aforado, para que lo detengan en Bélgica o en cualquier otro país europeo, si se desplaza. El hecho de que haya vuelto el prófugo a España y se haya vuelto a escapar puede acarrearle disgustos penales. Ha calculado mal su abogado, el controvertido Gonzalo Boye, que fue además uno de los que le ayudó a escapar otra vez, como lo demuestran las imágenes en las que le dice al prófugo: “Vámonos”. Mientras Llarena decide o no emitir una nueva euroorden (hasta el presente no sé para qué sirven), el futuro legal de Puchi se complica, aunque ya se sabe cómo es la justicia belga cuando considera que se trata de un asunto político. Puigdemont ha malversado y la amnistía de Sánchez no le cubre el delito de malversación. Veremos; como no tenemos información tampoco podemos ofrecerla a ustedes. Y tengo que volver a la miscelánea. Ayer se celebró la clausura de una Olimpiada descafeinada para España. Algunos éxitos individuales y colectivos, pero se reduce todo a 18 medallas –querían superar a Barcelona–, cinco de oro. La más relevante, la de fútbol. Por fin se acaba la Olimpiada porque yo estaba harto de eso que llaman lenguaje inclusivo de Televisión Española. Vaya pesadez, sobre todo de un locutor, cuyo nombre ni siquiera puedo citar porque no lo sé, un pesado olímpico. No triunfó en París el deporte español, porque ese número de medallas es pírrico y a mí personalmente lo que más me emocionó fue el partidazo de la Selección Española de Fútbol, que hizo un partidazo ante Francia. La femenina hizo el ridículo. Fue una pena lo de Carolina Marín, que se rompió el cruzado y los dos meniscos cuando tenía su merecida medalla de oro al alcance de la mano. No han tenido mucha suerte con las lesiones nuestros atletas. Por cierto que la realización francesa de la televisión se esmeró en no mostrar lo suficiente a la representación española en la ceremonia de clausura. De acuerdo que eran 9.000 atletas los participantes en ella, pero a los nuestros los escondieron, sobre todo a los abanderados. Y, si les digo la verdad, estoy hasta el moño de Edith Piaf, de Aznavour y de toda la basca, de la torre Eiffel y de las bandejas de Louis Vuitton. Puro chauvinismo de los franchutes. Por cierto, vaya versión chunga de La Marsellesa, con lo bonito que es el himno francés, el de la orquestita de la clausura. No me gustó nada esa orquesta de la ceremonia de clausura. Dirigida (la ceremonia, no la orquesta) por Thomas Jolly, el mismo que cagó la apertura. La ceremonia estuvo un poco desordenada, yo diría que bastante, pero mejor que la apertura en el Sena, con burlas a lo que debía respetarse, por muy descreído que uno sea. Me gustó mucho que interpretaran el We are the Champion, que cantaron Caballé y Freddie Mercury en Barcelona. Esa canción, ese himno, queda para la posteridad. Yo siempre lo pongo cuando gana el Real Madrid, que por suerte es casi siempre. Por méritos, más que por suerte.
martes, septiembre 10, 2024
¿Otra euroorden?
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