El Vaticano se adentra en un nuevo periodo de incertidumbre tras la muerte de Jorge Mario Bergoglio, conocido como el papa Francisco. A sus 88 años y tras una larga hospitalización por neumonía, el pontífice falleció el lunes 21 de abril. Mientras suenan las campanas de duelo en Roma, la maquinaria política y eclesiástica del Vaticano ya se ha puesto en marcha para la elección del nuevo líder espiritual de más de mil millones de católicos.
Aunque el procedimiento está estrictamente regulado, el proceso no está exento de maniobras internas, pactos entre corrientes y cuotas de poder que hacen del cónclave algo más que un simple acto de sucesión religiosa. Esta vez, la reunión podría adelantarse gracias a una norma del papa Benedicto XVI que permite iniciar el cónclave antes del plazo habitual si todos los cardenales están ya en Roma. Serán alojados en la residencia de Santa Marta, desde donde se desplazarán a diario a la Capilla Sixtina para emitir su voto en secreto.
El cónclave actual se presenta como el más diverso de la historia de la Iglesia. Con 136 cardenales electores, el mapa del poder dentro del Vaticano empieza a reflejar una composición menos eurocéntrica, aunque Europa sigue dominando con 53 representantes. La pluralidad geográfica no siempre implica pluralidad de ideas, y el futuro del papado dependerá de los equilibrios entre sectores reformistas y corrientes ultraconservadoras que buscarán influir en el resultado.

En este juego de influencias, España aporta ocho cardenales con derecho a voto. Cinco residen en el país: Carlos Osoro, Antonio Cañizares, Juan José Omella, Ángel Fernández y José Cobo. A ellos se suman tres prelados españoles que ejercen su ministerio en el extranjero: Celestino Aós (Chile), Cristóbal López Romero (Marruecos) y François-Xavier Bustillo (Córcega). Su peso en la decisión final dependerá tanto de la coherencia de su voto como de las alianzas que logren tejer con otros bloques.
La cifra clave en este proceso es la de 92 votos: el umbral necesario para elegir al nuevo papa con dos tercios del total. Pero no todos los cardenales asistirán: la enfermedad o los escándalos pueden dejar fuera a algunos. La fecha tentativa para el inicio del cónclave se sitúa entre el 6 y el 11 de mayo, aunque todo dependerá de la logística y los movimientos diplomáticos de las próximas semanas. El cardenal español Cañizares está delicado de salud y no es seguro que acuda a Roma, aunque probablemente hará un esfuerzo para asistir.
Lo que está en juego no es solo un nuevo pontífice. Es el rumbo de una institución que, pese a su apariencia milenaria, también navega entre tensiones internas, retos globales y un descrédito creciente en algunos sectores. El cónclave es el escenario, pero la verdadera lucha es por el alma de la Iglesia.