El Palacio de Vistalegre se convirtió este fin de semana en un escenario más cercano al de un mitin partidista que al de un foro económico. El protagonista indiscutible: Javier Milei. El presidente argentino volvió a España por tercera vez desde que asumió el cargo, esta vez para clausurar el Madrid Economic Forum, un evento que, lejos de la diversidad ideológica, reunió a figuras y discursos vinculados al pensamiento ultraliberal y conservador más extremo.
La aparición de Milei fue tratada casi como la llegada de una celebridad pop. Los organizadores reservaron su intervención como plato fuerte del encuentro, generando expectación entre asistentes que llegaron a pagar cifras desorbitadas por verle en directo. La escenografía no decepcionó: vítores, gritos, brazos alzados y consignas como «¡Viva la libertad, carajo!» o «¡Muerte al socialismo!» marcaron el tono del encuentro, más emocional que analítico, más espectáculo que foro.
El mandatario argentino se presentó como un líder redentor. Enumeró con ímpetu lo que considera los éxitos de su gestión: reducción del déficit fiscal, supuestos avances en seguridad y un combate sin tregua contra lo que denomina como “la casta política”. También repartió elogios entre sus ministros y su hermana Karina, a quien volvió a presentar como «el jefe». Todo ello sin apenas espacio para autocrítica o análisis riguroso. A juzgar por las reacciones del público, tampoco era ese el propósito.
Uno de los momentos más polémicos de su intervención llegó con un mensaje directo, sin ambages, que generó incomodidad incluso entre sectores afines: “Sepan que, contra los socialistas de mierda, yo siempre voy a estar de su lado”. La frase, lejos de provocar rechazo, fue respondida con aplausos, demostrando el tipo de audiencia ante el que hablaba y alimentando la lógica de la confrontación total.
Llama la atención que, pese a su reiterada presencia en España, Milei siga sin mantener reuniones institucionales con el Gobierno central. En su lugar, opta por actos paralelos organizados por entornos ideológicamente afines. Durante esta visita, tampoco hubo gesto alguno hacia La Moncloa. Sí lo hubo hacia el exiliado Edmundo González, opositor venezolano, con quien se reunió como parte de su agenda alternativa.
Desde una óptica crítica, resulta preocupante la normalización de este tipo de discursos en espacios que se presentan como “foros económicos”. El Madrid Economic Forum, al menos en esta edición, ha servido de plataforma para una retórica de polarización y desprecio al adversario, más que para el intercambio de ideas.
El problema no es únicamente lo que se dice, sino el contexto en el que se aplaude. La ausencia de matices, el rechazo sistemático a la prensa crítica y la exaltación de fórmulas simplistas para problemas complejos conforman un cóctel peligroso en tiempos donde el debate político se transforma cada vez más en una performance ideológica. Mientras tanto, en Vistalegre, algunos soñaban con tener su propio Milei.