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martes, septiembre 10, 2024

Mil y pico envidiosos

La envidia, esto es, el deseo por tener algo que no se tiene y que posee otra persona, es un sentimiento muy humano. La envidia se puede proyectar en prácticamente todas las facetas de la vida: desde temas monetarios, pasando por las emociones, hasta llegar incluso a inquietudes meramente caprichosas o de tipo artístico.

Ahora bien, el envidiado o anhelado realmente no participa en la escenificación ni como actor ni como espectador.  Más bien, el envidiado detenta una especie de papel invisible. Existe un escenario donde suelen ocurrir muchas cosas. Por su parte, el envidioso muestra una tendencia a idealizar a una determinada persona.  Incluso, tal es el magnetismo del deseado que no es necesario que tenga interacción con el envidioso. Con una mera referencia a alguien es suficiente para que la envidia empiece a desplegar sus efectos.

Súbitamente, llega el instante en el que aflora la connotación negativa de la envidia: pretender que, a una persona cándida, que destacaba por algo, le vaya mal. Una persona puede transformarse en un cúmulo de despropósitos e infortunios. La persona creativa  suele ser bastante naif.

Paradójicamente, en muchas ocasiones, el ambicionado no percibe nada y suele mostrar una actitud proactiva para prácticamente todo. Y eso es justamente lo que el envidioso suele codiciar. En abstracto, el admirado piensa que la envidia es algo excepcional y que podría ser inofensiva llegado el caso.  Sería más fácil que el receloso haga las cosas por sí mismo, pero hablaríamos de otra cosa.

Al margen de la envidia, también hay un comportamiento humano tal vez más sutil: el aprendizaje por imitación. Algo tan sencillo como copiar aquello que se ansía. Tal vez, ¿el envidioso sea incapaz de duplicar lo que ve? Probablemente. En la sociedad moderna, la imitación ha conllevado la implantación de procesos industriales, cuyo cometido es la elaboración masiva de productos. La fabricación de estos bienes y la prestación de servicios están amparadas por la propiedad intelectual.

Seguidamente, nos podríamos preguntar por el contrapunto a la envidia. Realmente, es la parte más interesante. No hay un número exacto de envidiosos. Mil y pico tal vez. Quién sabe.  La envida no se rige por una fórmula matemática. Lo más importante es que si te encuentras con un envidioso lo mejor es salir corriendo. La envidia sana no existe.  Y así podrás disfrutar de tu propio proceso creativo que tanto anhela el envidioso.

Unas veces el proceso creativo surge a pesar de todo. Por muchos inconvenientes, dificultades, apuros y obstáculos, siempre existe una solución. Realmente, el objetivo subyace siempre. La complejidad reside en descubrir un método para conseguir el fin. Lo de volar y otras tantas cosas han sido cuestión de tiempo.

En otras ocasiones, la creatividad está relacionada con la anticipación y con la experimentación. Algo así como un viaje hacia lo desconocido. El punto de partida consiste en reconvertir los elementos tradicionales. Si te dedicas a la música electrónica llegará el momento en el que podrás hacer el siguiente ensayo: combinar unos instrumentos electrónicos con una guitarra tradicional y una batería desgastada. De esta manera, comenzará a sonar una informal orquesta sinfónica. Pero llegará un momento en el que la partitura resonará a modernidad. El proceso creativo suele proyectarse en el presente y en el futuro dejando paulatinamente el pasado.

Jaime Díaz Fraga
Jaime Díaz Fraga
Abogado. Experto en movilidad internacional.

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