La urbanidad se mueve en el terreno de la espiritualidad y los deseos. Se manifiesta a través de la cortesía, la simpatía, los detalles y los buenos modos. En cambio, el urbanismo no es ingrávido y siempre se materializa a través de un conjunto de bloques, pinturas, así como cables. Por tanto, no confundamos la urbanidad con el urbanismo.
En cualquier caso, no podemos perder de vista una especie de membrana transparente que suele envolver al urbanismo: la moralina. Con esta última, la primera impresión nunca es real, aunque parece muy convincente. Te enteras de algo de la película en una segunda impresión. La secuencia final, si llegas a verla, suele ser bastante desagradable. Entre bambalinas, se ubica el verdadero objetivo de la moralina que no se puede detectar ni con periscopio ni con un escáner.
Dejando a un lado la moralina, realmente las palabras urbanidad y urbanismo no son incompatibles ya que se pueden complementar. Sería siempre lo deseable. Lo único que pretendo recalcar es que un aspecto esencial de la humanidad se está perdiendo: la urbanidad. Vivir en una casa con más personas o ir de un sitio para otro, sin urbanidad, no parece muy razonable. Aunque hacer lo contrario, inspirándose en el reguetón, con un móvil en la mano o aislado desde un ordenador, es lo que ahora se llama tendencia.
Hasta no hace mucho tiempo, éramos algo más que una unión de sillares compactados con moralina. En la medida que sube la moralina, baja la urbanidad. Te aclaro que la moralina no es un pegamento especial que puedas encontrar en un centro comercial.
Ciertamente, es imposible vivir en una sociedad utópica. Es inevitable encontrarse con personas que se aprovechan de los demás a través de la mentira. Los entusiastas de los movimientos contemporáneas te dicen una cosa, pero luego actúan en un sentido contrario. El engaño no tiene ni remedio ni solución a priori. La hipocresía, es decir, la característica fundamental de la moralina es tan antigua como la humanidad.
La urbanidad era una asignatura obligatoria en las escuelas a mediados del siglo XX. Tus padres o abuelos te lo pueden confirmar. Pues bien, ¿dónde está la urbanidad en la actualidad? En un primer momento, se podría pensar que está ubicada en un espacio en el que se reúnen todos los ingenuos de los que se podría obtener un beneficio sin contraprestación económica. Así, por ejemplo, prácticamente a diario, introducimos nuestros datos personales en una aplicación de internet para que alguien obtenga una considerable ventaja económica a cambio de nada. De esta manera, vemos como se saca partido económico a la urbanidad desde la moralina. Paradójicamente, la urbanidad se ha convertido en la técnica con la que se sugestiona a las masas.
Nada queda de aquella forma de relacionarse entre las personas. El que hacía un acto de urbanidad simplemente esperaba de una persona una mera gesticulación acompañada casi de una palabra mágica: gracias. En el agradecimiento, no hay un trasfondo. Cada vez más, todo apunta a que el rol que están asumiendo los individuos de nuestra sociedad se asemeja a la forma de comportarse de uno de los personajes de la serie televisiva Los Simpson: El Actor Secundario Bob. El proceso de reconversión de una persona en un meme o en un portero de fútbol memeño parece inevitable. Hace mucho tiempo, Heráclito de Éfeso decía que los asnos prefieren la paja al oro.
Para que nos entendamos, nuestro polémico Géminis, del que hablaba en mi artículo anterior para el Burgado Digital, sólo se está preocupando del urbanismo a nivel mundial pero no de la urbanidad. Al ambicioso Géminis nunca le han importado mucho las distancias cortas. Pero yo le diría al caprichoso Géminis lo siguiente: más urbanidad y menos moralina. Gracias.
Excelente Reflexión