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La oposición venezolana sube a los altares internacionales mientras el chavismo afila los colmillos.
En Oslo han hablado. Y cuando los noruegos hablan, medio planeta escucha (y el otro medio tuitea). La opositora venezolana María Corina Machado ha sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2025, un reconocimiento que premia —según el Comité Nobel— su “valentía democrática frente a la represión”. Traducido: la han coronado como heroína mundial sin que Maduro pueda impedirlo.
En un discurso breve y calculado, Machado aseguró que el premio “es del pueblo venezolano”, ese mismo pueblo que lleva años esquivando balas, apagones y discursos patrióticos . Premio que le ha dedicado a Trump que fue al primero en llamar. El anuncio ha provocado la habitual guerra de comunicados: desde la izquierda radical europea han llovido críticas (“absurdo”, “provocador”), mientras desde la oposición latinoamericana ya preparan la estampa de santa para el salón.
El galardón, más allá de la foto con flores, tiene pólvora política. Fortalece su figura como líder moral frente a un régimen que no reconoce elecciones ni resultados, y coloca a Venezuela en el centro del tablero internacional justo cuando el chavismo intentaba vender al mundo un relato de estabilidad tropical.
La ceremonia de entrega está prevista para el 10 de diciembre en Oslo. Queda por ver si Machado podrá viajar sin escolta divina ni veto diplomático. Lo que sí es seguro es que este Nobel no es un premio de consolación: es un misil simbólico directo al Palacio de Miraflores.
En definitiva: la paz, versión caribeña, acaba de entrar en el club de los Nobel. Y esta vez, con tacones. Y Sánchez tendrá que esperar.