Por si te encuentras con el objeto volador Puigdemont, es bueno tener a mano tres ingredientes para seguir siendo feliz: los peces espada, la cara oculta de la Luna y los decretos ley.
Resulta pacífico sostener que en una democracia existen los siguientes poderes: el legislativo, el judicial y el ejecutivo. Desde hace tiempo vivimos un fenómeno que podríamos llamar sopa jurídica. Es decir, te puedes encontrar con una manifestación de los tres poderes en cualquier lugar y momento. Incluso, cuando vas a disfrutar de un buen caldo. Me gustaría centrar la exposición de este artículo en la proyección del poder ejecutivo en nuestras vidas. Fácilmente, con unos fideos en forma de letras podrás formar las siguientes palabras: el decreto ley.
Aunque el poder ejecutivo no elabora leyes, sí puede hacer “decretos ley”. Con el recurso a esa figura, el gobierno o poder ejecutivo puede elaborar normativa con fuerza de ley. Ciertamente, hay algunas materias que no se pueden regular a través de esa figura. Pero lo importante es que, con la convalidación posterior del poder legislativo, el decreto ley se mimetiza con la ley.
En mi opinión, a la hora de referirnos al plural de decreto ley tenemos que emplear la expresión “decretos ley.” Para nada estoy de acuerdo con que se escriba el plural como “decretos leyes.” Es decir, la palabra ley deberá figurar en singular cuando hablemos en plural de los “decretos ley.” Por supuesto, respeto la opinión que aparece en el Diccionario Panhispánico de Dudas, pero aquí discrepo de lo que sostiene la Real Academia de la Lengua para la que el plural debe ser “decretos leyes”.
Pues bien, si te dicen que estás viendo un documental en TVE o HBO sobre “peces espadas”, usando la palabra espadas en plural, sería una contradicción. Y es que no tiene ningún sentido ver flotando en el fondo marino a unos peces por una parte y unas espadas por otra parte. La única manera de que eso tuviera lógica sería que estuviéramos ante un cuadro de Salvador Dalí. O más bien, podrías hacerte la siguiente pregunta, si te encuentras en el fondo marino, mirando un banco de peces: ¿me podría perseguir, en medio del agua, un regimiento de caballeros medievales enfurecidos con sus espadas? Podría ser.
La realidad siempre supera la imaginación. Y eso es justamente lo que ha pasado con el ingrávido Puigdemont.
Desde la sopa jurídica en la que vimos todos los españoles, nos han querido llevar a la cara oculta de la Luna. Pero justo en el momento en el que llegábamos a nuestro único satélite, por problemas técnicos, hemos tenido que regresar de nuevo a la Tierra. Es decir, Puigdemont se ha situado en un espacio donde nunca podrás entender lo que pasa. El hermetismo y la opacidad reinan en la cara oculta de la Luna. Gracias a la doctrina de los peces espada, podías entender lo que pasaba en la sopa jurídica. Pero los peces espada no sirven para comprender lo que ocurre en el satélite de la Tierra.
En la cara oculta de la Luna, el plural de decreto ley no es decretos ley sino “decretos leyes.” Es decir, no esperes encontrar una regulación jurídica sino otra cosa muy diferente. Si miras desde la Tierra, nunca será posible ver la cara oculta de la Luna. Tal vez la solución sea ir hasta la Luna. Aunque no creo que merezca la pena ya que probablemente te encontraras nuevamente con inconvenientes técnicos para poder alunizar. Además, Puigdemont te recordará que la fuerza de la gravedad no es la misma en la Luna que en la Tierra. Y es que Puigdemont se ha especializado en la ingravidez.
Ahora bien, fuera de los peces espada y los decretos ley, debe existir un también espacio vital. Es fundamental que exista. Y es que la sopa jurídica suele ser ciertamente muy aburrida e incluso puede llegar a ser injusta. Pero siempre he creído que ese espacio propio debe regirse por unos principios morales mínimos de confianza mutua, en un contexto en el que todos estamos sujetos a la misma ley de la gravedad. Y cuando logres escapar de la gravedad, no creo que esa habilidad se pueda usar en detrimento de los demás. Si al final te conviertes en un ser meramente ingrávido, serás de otro mundo. Y eso tiene con un gran hándicap: perderás el contacto con los tuyos. Y es que nunca hay que perder la perspectiva de la felicidad.