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martes, septiembre 17, 2024

Los espías cartagineses

Comencé a cursar la Licenciatura en Derecho a finales de la década de los años 90. En la Universidad de La Laguna, donde estudié, había compañeros provenientes de casi todas las partes de Canarias. En ese justo momento, podías palpar los diferentes acentos canarios y darte cuenta de lo que era una muestra de la identidad canaria. Algunos de estos compañeros se convirtieron en grandes amigos con los que aún sigo en contacto.

La época universitaria tenía fecha de caducidad. Todos sabíamos que el objetivo no era finalizar realmente una carrera universitaria, sino que más bien la universidad era como una competición de ciclistas que tenían que pasar por una meta volante. La etapa final no se jugaba en la universidad. Pero la universidad era un puerto de montaña de primera categoría. Con la experiencia acumulada de los años, si pudiera volver a aquella época, seguramente habría optado por hablar un poquito más de Derecho con el resto de los compañeros.

He ido confeccionando este artículo durante el mes de agosto. Y por ello pensé en titularlo, en vez de los espías cartagineses, como el sueño de una noche de verano. Sin embargo, una de las máximas de los espías es que nunca tienen vacaciones.

Pues bien, en el primer año de carrera, teníamos la asignatura de Derecho Romano. Los antiguos romanos fueron los padres y los arquitectos de la ciencia jurídica.  Aún recuerdo las clases de esa asignatura. Sigo pensando que había unos espías cartagineses que estaban pendientes de todo lo que ocurría dentro de la clase. En su momento, Roma casi pierde su hegemonía en el mundo conocido debido a las guerras que mantuvo contra los cartagineses.  En aquellas clases, se podía atisbar casi siempre a alguien mirando por el ojo de buey de la puerta de acceso al aula. Pero no había manera de saber quién era. ¿Sería un espía cartaginés? Desde aquel momento comprendí que algunas personas tenían interés por asistir a clase y otros simplemente no. De todas maneras, siempre cavilé que la clave era realmente saber relacionar lo que ocurría dentro con lo que pasaba fuera.

Con el tiempo, pude llegar a una conclusión paradójica: un espía cartaginés podía mostrar más curiosidad e interés por las cosas que un alumno que estaba dentro del aula. Puedes ver humo a lo lejos, pero no necesariamente tiene que existir un incendio. El humo realmente es un indicio, pero no necesariamente puede suponer la existencia de fuego. Más bien podría ser una inocente chuletada o la grabación de una película. Lo anterior no deja de ser la estructura clásica de la prueba por presunciones. Ante la falta de prueba directa de un hecho, tal vez por el conjunto de indicios se pueda llegar a una conclusión. Una vez más, la clave está en conectar lo que puedes ver con lo que sólo puedes intuir. Unas veces aciertas y otras no.

Otro aspecto relevante de la época universitaria era la interacción o el contacto del alumno con el principio de seguridad jurídica. Realmente, ningún estudiante era consciente de esa tensión. En el espionaje también ocurre lo mismo: el espiado nunca se entera de nada. Ahora bien, estudiarse las cosas de memoria era contrario al principio de seguridad jurídica que se proclama en el artículo 9 de la Constitución. La normativa viene recogida en Boletín Oficial del Estado y por ello no era necesaria estudiarla de memoria. En España, el Derecho no se basa en una transmisión oral de pautas que pasan de generación en generación. La norma jurídica, para que vincule y obligue a sus destinatarios, debe publicarse en el Boletín Oficial del Estado.  No es necesario alojarla en la memoria. Entonces, ¿qué se debe estudiar en Derecho? De momento te doy una pista: hay que llamar a cobro revertido. Y es que el Derecho se basa en la confianza.

Jaime Díaz Fraga
Jaime Díaz Fraga
Abogado. Experto en movilidad internacional.

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