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lunes, septiembre 9, 2024

Las cosas de don Camilo

Don Camilo era un genio.

Cuento en mis memorias que en cierta ocasión acudí al hotel Mencey a entrevistar a don Camilo José Cela. Trabajaba yo entonces en La Tarde. Me pidió que subiera a su habitación y allí me recibió su esposa, Rosario Conde Picavea. Mientras yo esperaba que me atendiera, don Camilo escribía, en el escritorio, unas tarjetas con una estilográfica, que mojaba en un tintero –porque no sabía cargarla–. En un momento le falló el plumín, llamó a Rosario para pedirle que le diera otra pluma y ante la tardanza de ésta, cogió la que tenía en la mano y se la lanzó con tal fuerza que quedó clavada en la pared de la habitación. Si la alcanza, se la clava a ella. Pues bien, ayer, por casualidad, dando un paseo por la Internet, me topé con una interesantísima entrevista entre la periodista Isabel San Sebastián y don Camilo y de ese pozo de sabiduría empezaron a salir un montón de cosas.

El escritor Silverio Lanza, el de las lonchas de jamón en la mesa de noche, para la tos.

Habló de escritores secundarios, pero brillantes, como Silverio Lanza, que en realidad se llamaba Juan Bautista Amorós y Vázquez de Figueroa. “Silverio Lanza”, contó don Camilo, “cuando iba a dormir se llevaba dos lonchas de jamón y las dejaba en la mesa de noche, por si le daba la tos”. Habló también de las personas dignas, como el general Diego de León, que cuando lo iban a fusilar llegó a caballo, saludando a las señoras como si tal cosa, luego se bajó del caballo y allí lo mataron, por su revuelta contra Espartero. La entrevista ya digo que fue buenísima. Don Camilo jamás se detuvo ante un escaparate porque una tía materna le había dicho una vez: “Camilo José, un caballero no mira jamás un escaparate; es de muy mala educación. Y no lo volví a hacer jamás”, añadió. En cierta ocasión, Juan-Manuel García Ramos invitó al Nobel a comer al hotel Miguel Ángel de Madrid, siendo el profesor García Ramos alto cargo del Gobierno de Canarias. Pidieron jamón y estaba tan bueno que don Camilo puso la manopla encima del plato, agarró todo el jamón y se lo comió de una sentada. Y dijo: “Ustedes perdonen, pero yo, cuando el jamón está bueno, me lo como así; ahora si quieren pidan otro platito”.

Olarte para jamón era como cochino pa cáscaras.

Lo mismo ocurrió con Lorenzo Olarte, precisamente en casa de Juan-Manuel. Habíamos quedado allí para hacer las paces, Lorenzo y yo, en presencia del catedrático como hombre bueno. Y Olarte, que traía hambre, no dio tiempo a nada: se endilgó el jamón con una rapidez que nos dejó perplejos al resto. Lo de la paz se dio por añadidura, pero Lorenzo acabó con el jamón y el paté belga del profesor, que se había gastado sus posibles en un supermercado de lujo, haciéndose el fino, para quedar bien con la belicosa concurrencia. Belicosa por los cojones, porque donde hay jamón hay alegría. Don Camilo era un genio. No sé si les conté alguna vez que en su obra “Mazurca para dos muertos”, el ciego Gaudencio, su protagonista, toca la mazurca en dos ocasiones, el 16 de agosto y el 30 de noviembre. El día 16 de agosto es el de mi cumpleaños y el 30 de noviembre, el de mi santo. ¿Cómo no me voy a sentir identificado con don Camilo? El Nobel amenazó con darle un piñazo al escritor y lingüista Francisco Rico si aparecía por aquí, a un encuentro literario. No vino. Y al periodista del corazón Jesús Mariñas, que le hizo un par de observaciones que no le gustaron, caminando por el borde de una piscina, lo tiró al agua sin contemplaciones. Luego le preguntó a  gritos si sabía nadar. Recuerda Juan-Manuel que durante una estancia en Tenerife le tuvo que conseguir un practicante para que le drenara el culo, porque le había aparecido un forúnculo volcánico de dimensiones exageradas, que entró en erupción durante la estancia. Dice que don Camilo ni pestañeó.

Andrés Chaves
Andrés Chaves
Periodista por la EOP de la Universidad de La Laguna, licenciado y doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, ex presidente de la Asociación de la Prensa de Santa Cruz de Tenerife, ex vicepresidente de la FAPE, fundador de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna y su primer profesor y profesor honorífico de la Complutense. Es miembro del Instituto de Estudios Canarios y de la National Geographic Society.

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