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martes, enero 21, 2025

La “transformación” de la Justicia

Mientras los miembros del ICATF celebraban su tradicional cóctel navideño en el Real Casino de Santa Cruz de Tenerife, el Congreso aprobaba la reforma de la Justicia. Pero esta vez no se trata de una simple reforma, sino de la mayor reorganización en décadas. Aunque, seamos honestos, no será lo que nos saque de la mediocridad judicial. Eso sí, Bolaños nos lo vende como un paso hacia la «modernización» y la «eficiencia operativa», términos tan abstractos y etéreos que suenan a mero bulo. Lo único que realmente se reforma es nuestra paciencia, que está a punto de colapsar, al igual que los tribunales y juzgados que seguirán siendo el mismo perro con distinto collar.

Este paquete legislativo tiene el sabor de un proyecto de final de curso: uno de esos trabajos entregados tarde, con promesas de “ahora sí va a funcionar”, pero sin cambios sustanciales en la práctica. El gran ministro Félix Bolaños, quien, como buen “transformador”, seguramente ve a la Justicia como un rompecabezas cuya pieza clave es la tecnología (y la eterna promesa de fondos europeos que nunca llegan a tiempo), ha explicado que esta reforma mastodóntica se reduce, en esencia, a un cambio de nombres. Los “juzgados unipersonales” que se suprimieron en 1988, bajo el nombre de juzgados de distrito, ahora se transformarán en tribunales de instancia. Un cambio tan profundo como quitarle la etiqueta a una caja vacía y ponerle otra. Como si eso fuera a resolver el colapso judicial, que no solo se mide en atasco de casos, sino también en la deshumanización de un sistema que ha absorbido a todos los que trabajan en él.

Entre las supuestas innovaciones, se nos presenta el tan promocionado MASC, acrónimo de «Métodos Alternativos de Solución de Controversias». En otras palabras, las conciliaciones de toda la vida, que ni los ministros suelen atender. Este truco de magia legal consiste en forzarnos a negociar entre nosotros antes de llegar al tribunal. Con lo que nos gusta litigar, pretenden que lo arreglemos por nuestra cuenta. De locos. Todo envuelto en un halo de “modernidad” que bien podría ganar una estrella Michelin por su creatividad al ignorar lo esencial: la Justicia necesita más medios humanos y estructuras reales.

A pesar de las promesas de eficiencia, los tribunales seguirán colapsados. En los pasillos, los juzgados de paz continuarán siendo una sombra institucional. Y, claro, el número de casos sigue creciendo, como si no hubiera límite para la capacidad de litigar en un país donde la Justicia, antes de ser ciega, es una turista perdida que aplica la ley según a quién le toque.

La tecnología, presentada como salvadora universal, se convierte en una especie de placebo. Se promete que a partir del próximo año tendremos Oficinas de Justicia municipales. ¿De verdad? ¿Otra app? ¿Será esto como la telemedicina judicial, donde los trámites serán tan ágiles como el guardaespaldas de Sánchez?

Al final, esta reforma no es más que una fachada legal y propagandística que no cambia nada esencial. Ni los sindicatos ni las asociaciones han levantado la voz. Y mientras tanto, la reforma, llena de buenos propósitos, sigue adelante, arrastrando al sistema en su perpetua condición de cenicienta institucional.

Para contextualizar el actual desastre, basta mirar al pasado. En el siglo XIX, ministros como Joaquín María López, un reformista liberal que también fue presidente del Consejo de Ministros, intentaron modernizar un sistema judicial plagado de ineficiencias y clientelismo. Aunque su legado quedó incompleto, al menos sentaron las bases de un debate sobre la independencia judicial. Comparar esos esfuerzos históricos con las “reformas” actuales no deja más que un sabor amargo. Parece que, dos siglos después, seguimos atrapados en el mismo caos, con promesas huecas y reformas que no reforman.

Así que, en resumen, la “transformación” de la Justicia no es más que un cambio de escenario en el mismo viejo teatro. Los actores son los mismos, el guion no cambia y, en el fondo, el justiciable sigue sin tener entrada.

Juan Inurria
Juan Inurria
Abogado. CEO en Grupo Inurria. Funcionario de carrera de la Administración de Justicia en excedencia. Ha desarrollado actividad política y sindical. Asesor y colaborador en diversos medios de comunicación. Asesor de la Federación Mundial de Periodistas de Turismo. Participa en la formación de futuros abogados. Escritor.

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