¿Qué podemos hacer ante el peligro? Seguramente, cuando te sientes amenazado intentarás defenderte. Por lo menos, nuestro cuerpo cuando detecta una enfermedad reacciona de forma contundente y la combate mediante el sistema inmunitario. Sin embargo, para otros escenarios no tenemos un zafarrancho de combate que sea capaz de actuar de manera inmediata. A nivel corporal, nuestras defensas prácticamente actúan de manera automática. Ahora bien, fuera del mundo de las bacterias y de los virus, solemos quedarnos noqueados. Los humanos no llevamos incorporada de serie la tinta de calamar.
Ciertamente, la tinta de calamar no deja ser una táctica de evasión. Realmente, es un pigmento que segregan algunos animales marinos para enturbiar el agua en caso de haya algún depredador y así poder escapar en medio de la confusión. Al margen de su finalidad natural, los cocineros suelen usar la tinta de calamar para amenizar almuerzos y cenas. Paradójicamente, la tinta de calamar, un instrumento genuinamente defensivo, termina en el conjunto de papilas gustativas que tenemos los humanos, esto es, en la boca. Por la boca siempre muere el pez (y el calamar también).
Tal vez, vivamos en una falsa sensación de seguridad plena o de un estado de ingenuidad perpetua. Solemos pensar que las cosas van a fluir sin mayor problema: ojos que no ven, corazón que no siente. Hemos sobrevivido a la época de los dinosaurios. En la actualidad, los animales salvajes están arrinconados en lugares inhóspitos. Ya no hace falta salir corriendo como lo hacíamos antaño, cuando veníamos en el horizonte un tiranosaurio. Sin embargo, los enormes trances (y los tranques) subsisten. Más bien, en la actualidad, lidiamos con animales aparentemente inofensivos. Decía Thomas Hobbes que el hombre es un lobo para el hombre.
Una forma de sobrellevar los atolladeros es una huida hacia adelante, aunque esto es pan para hoy y hambre para mañana. ¿Vale más creer que averiguar? E incluso otros dirán que después del peligro nunca habrá dolor y que lo ideal es vivir en el fragor de la batalla. De todas maneras, no nos debemos olvidar de un valioso aliado: el instinto de supervivencia custodiado por la intuición. Pienso, luego existo. La mejor manera de conjugar nuestra propia estabilidad es que la cultura circule por nuestras neuronas. Desde esta última óptica, demos procurar que cada uno siempre obtenga sus propias conclusiones. Invitemos a reflexionar para que cada persona detente su propio espacio entre la cultura de las masas y el circuito alternativo. Atrévete a saber y a contar.
Si dieras la vuelta al mundo, ante la variada paleta de peligros, ¿quién te gustaría ser? ¿El Increible Hombre Menguante o Indiana Jones? El primero de ellos suele ser más adaptativo o realista. Ciertamente, El Increíble Hombre Menguante es consciente de que las dificultades son como una raíz cuadrada ya que llevan implícita una componenda multiplicadora. En cambio, Indy Jones suele caracterizarse más bien por extinguir las amenazas: cortar la raíz.
Por último, no existe en el mercado una máquina para detectar peligros. Tampoco, para solucionarlos. Habrá que analizar cada situación y con los instrumentos que dispongamos. Por ejemplo, Donald Trump podría parecer un temible gran dinosaurio. Ahora bien, en el siglo XXI, un dinosaurio lo puedes ver y oír a kilómetros de distancia. De esta manera, el factor sorpresa, inherente al genuino peligro, no existe. De hecho, recientemente Coca-Cola ha regalado a Trump una botella conmemorativa de su investidura como nuevo presidente de EEUU. En España, a finales del siglo XX, un conocido ministro español solía decir que los experimentos se hacen en casa y con gaseosa.