Mientras la derecha afina su maquinaria electoral, el espacio político a la izquierda del PSOE se consume —una vez más— en sus propias tensiones internas. Esta semana, la propuesta unilateral de Podemos de presentar a Irene Montero como candidata ha servido más para encender alarmas que para unir voluntades. Aunque se ha justificado como un gesto valiente frente al rearme y al alineamiento militar del Gobierno, el efecto real ha sido otro: desatar una tormenta interna que pone en evidencia las fracturas sin cerrar tras el nacimiento de Sumar.
Lejos de generar entusiasmo, el anuncio ha sido recibido con una mezcla de recelo y rechazo por parte de otras fuerzas que podrían formar parte de una futura candidatura unitaria: Izquierda Unida, Más Madrid, los Comunes y el propio Sumar han reprochado el gesto por precipitado, por personalista y, sobre todo, por inoportuno. La sensación que se transmite es que más que construir una alternativa sólida, se busca condicionar el tablero antes de tiempo. Y eso, dicen sus antiguos socios, «no ayuda».
Las viejas dinámicas de imposición y personalismo parecen reaparecer bajo un nuevo envoltorio. La apuesta por Montero no ha sido fruto de un proceso participativo ni de un debate programático previo, sino una maniobra diseñada para fijar posiciones en un tablero todavía por construir. Y eso recuerda demasiado a los errores que ya costaron caro en el pasado.
El contraste con las propuestas de primarias abiertas, acuerdos programáticos y respeto a la diversidad que plantean IU, Sumar y otros actores resulta evidente. Pero la fractura no solo es organizativa: es profundamente estratégica. Mientras algunos siguen creyendo que la épica del conflicto puede reconstruir la izquierda, otros abogan por una política de consensos, lenta pero más duradera.
En el fondo, el debate no es sobre nombres, sino sobre el tipo de proyecto que se quiere levantar. ¿Una izquierda plural y horizontal que dialogue con la sociedad civil, o una estructura rígida y vertical con líderes incuestionables? ¿Un frente amplio o un nuevo intento de hegemonía bajo otra cara? De momento, las respuestas siguen atrapadas en discursos que apelan al pasado más que al futuro.
Y mientras tanto, el reloj electoral no se detiene.