La guerra del Tete es peor que las guerras de Ucrania, la de los Seis Días, la del Yonquipur, la del Chaco y la de los Cien Años y el mismísimo conflicto de los Balcanes. Todas juntas. Yo una vez estaba comprando aspirinas en una farmacia de Dubrovnik y el boticario me dijo: “Por esa ventana entró un obús que no estalló y que los serbios dispararon desde las colinas que limitan la ciudad”. “¡Coño!”, dije, e instintivamente me aparté de la trayectoria. “A ver si por la puta aspirina me va a caer a mí un proyectil en el lomo”. Ya la guerra hacía años que se había terminado, pero la del Tete no ha hecho más que empezar. Cuidado en qué farmacia entran ustedes a comprar paracetamol en los alrededores del Heliodoro.
Ahora se ha aplazado la junta general al martes porque parece que Rayco, Garrido (el godo que lo ha empantanado todo) y Juanito Pelayo, el de la carne, han llegado o van a llegar a un acuerdo, sin vulnerar Garrido el acuerdo societario que tiene con los otros tres partícipes de referencia: Amid, Concepción y Bacallado.
Bacallado es irreconciliable con Rayco, ya se sabe por qué, y los otros dos están hartos de Garrido, que tiene más conchas que un galápago.
Ayer se hablaba insistentemente de un hombre de consenso para la presidencia –Paulino ya está dimitido–, José Daniel Díaz, abogado, buena gente—que no es incompatible con lo de ser abogado, como ocurría en la novela picaresca–, alcalde que fue de Tacoronte y yerno de Miguel Concepción. Como hombre de consenso, repito. Todo estaba muy avanzado, pero por otro lado se reunieron los tres jinetes del Apocalipsis y decidieron unir su esfuerzo para que el hombre sea Rayco. Con el apoyo de Pelayo el de la carne y de Garrido el del circo (trabajó en el circo de su tío Ángel Cristo, que era tan lioso como él). Y así están las cosas. A Garrido se le van a acabar las perras de su presupuesto de tanto viaje de Londres pacá y de aquí pa Londres, aunque a veces se queda allí y no viene, como ahora. Y Rayco, que se enteró de que Garrido tenía acciones liberadas de la sindicación, se dijo, “esta es la mía”. Y le propuso un pacto. Parece que hay acuerdo, aunque el martes veremos, porque se pelea en un palmo de terreno. Amid, Bacallado y Concepción le habían hecho una jugarreta mercantil a Garrido, para quitárselo de en medio. Y ahora Garrido les devuelve la jugada. A mí lo que me extraña es tanto lío para un Tete que está en Tercera más que en Segunda, o como se llame ahora la Tercera, que es un eufemismo. Por fuera de la junta no estaban los fornidos guerreros de Rayco, para darle escolta, porque Rayco no fue a la junta, estaba en Londres, con Garrido. Como lo oyen, o al menos es lo que se comenta. Y no pasó nada, aunque expectación y periodistas, bueno o lo que sea, sí que había. Muchos. Intelectualidad, poca, pero aficionados a la escritura, variedad de ellos. Esto es más un circo de los hermanos Tonetti que un circo de animales, como el del pobre Ángel Cristo, que tenía el pelo rizado del aliento de los leones, de tanto introducir la cabeza en sus fauces. A mí la solución de Daniel me gustaba, qué quieren que les diga. Para lograr la paz, que llamen al general Keith Kellogg, el negociador de Trump para la guerra de Ucrania. O que desentierren a los negociadores de paz tras la guerra del Chaco, entre Bolivia y Paraguay, una guerra que inspiró muchos relatos y lanzó a la fama a variedad de novelistas bélicos, no belicosos. ¿Es verdad que Rayco y Garrido estaban junto al Big-Ben? Un pajarito me dijo que los vio allí, bajo sendos paraguas. Y que luego se fueron a comer costillas a Oxford Street, a un sitio barato, a treinta libras por cabeza. El Tenerife no da para más. Juro por Tito Güisa que estos dos estaban en Londres, de conversación. Rayco llevó a un asesor, abogado él, o no se descarta, al menos. Pobrecito Tete, entre todos lo mataron y él solito se murió.
