
La Fundación CajaCanarias rindió el viernes un homenaje a Jerónimo Saavedra, desarrollado en torno a un poema de Elsa López, inédito, titulado El Senador de las Hespérides. El poema sirvió de motivo a las cuatro obras musicales presentadas en el acto: Canción para Jerónimo, de Zulema de la Cruz; Envueltos en su abrazo, de Laura Vega; Como si fuera cierto, de Tomás Marco, y El Senador de las Hespérides, de Juan Carlos Martín. Llena, casi, la sala grande de la Fundación CajaCanarias, que preside la catedrática Margarita Ramos. Se interpretaron otras obras, entre otros de Falcón Sanabria y de Lothar Siemens. Actuaron el tenor Juan Antonio Sanabria y la soprano Raquel Lojendio, además de la pianista madrileña Chiky Martín y cantó la Camerata Lacunensis, coral universitaria de reconocida trayectoria desde hace 30 años.
Mucha gente conocida en el acto, pero se notaron ausencias. No estaban los ex presidentes ni el presidente actual del Gobierno. Ni la del Cabildo. Sí estaba gente que conoció y quiso a Jerónimo Saavedra: Loli Palliser, Laureano Pérez, Paco H. Espínola, el ex alcalde portuense Marco González; Salvador García, presidente de los periodistas tinerfeños; Antonio Alarcó, adjunto a la diputada del común; Manolo Medina, eterno, brillante e influyente parlamentario europeo del PSOE; el ex rector Martinón, que fue de todo en el partido y en los cargos públicos y que tiene cara de mero a la plancha. Se me escaparán muchos, pero no se trata de llenar esto de nombres. Estaba el rector actual y los directivos de la Fundación, que se llaman patronos, o algo así, que yo no entiendo de eso, no estoy en estas cosas. Se echó de menos a mucha gente, pero no voy a ser yo el que pase lista. Jerónimo no le hizo daño a nadie y fue un hombre bueno, un político honrado y brillante y un amigo. Y un buen profesor, cercano, cariñoso, preocupado por los demás. Yo guardo un recuerdo entrañable suyo. La última vez que lo vi fue en el Casino de los Caballeros de Santa Cruz, donde los dos recogimos un diploma, el suyo era más grande que el mío, lógicamente. El acto del viernes resultó bonito, duró dos horas, lo que duran las cosas buenas, y fue todo un acontecimiento social. La sobrina de Jerónimo, que creo que es senadora, contó una anécdota graciosa. En un aeropuerto, el del Sur, llegó Jerónimo porque le desviaron el vuelo que tenía que llegar a Los Rodeos y un guardia de seguridad lo saludó con admiración: “¡Caramba, don Manuel Hermoso, yo le tengo una gran admiración a usted y le voto eiempre!”. Jerónimo lo saludó afectuosamente y cuando su sobrina le preguntó por qué no había deshecho el error, el político le dijo: “¿Para qué? Si el hombre es feliz saludando a Manolo Hermoso por qué voy a desilusionarlo?”. Esto habla del talante de Jerónimo, que era un crack en los asuntos de la vida y de la política. Yo le tenía un gran aprecio y creo que él a mí también. Una vez me dedicó una foto: “Al implacable crítico y amigo Andrés Chaves, con mucho afecto, Jerónimo”. Si todos los políticos españoles hubieran sido como él, yo me habría pasado la vida votando al PSOE. Siempre lo admiré y recuerdo viajes fantásticos en sus mandatos presidenciales como uno a Israel, inolvidable. Este homenaje, en torno al poema de Elsa López, que fue el leit motiv del acto, me parece de justicia y un acierto de la Fundación CajaCanarias, que suele hacer las cosas bien. En la convocatoria se nombra como organizadores a Jorge Perdigón, Humberto Orán, Marta J. Saavedra, Augusto Hidalgo, Francisco Javier García, Inma González y la propia Margarita Ramos. Jerónimo fue profesor titular de Derecho del Trabajo en La Laguna e hizo una labor docente excelente, creó el IUDE (ahí lo conocí yo, por esa época, cuando muchos de los que presumen, con justicia, de ser sus amigos no habían nacido). Bueno, corto, que me ha salido esto un monográfico. Y es que lo recuerdo con mucho cariño.