La Facultad de Medicina de la Universidad de La Laguna lleva cincuenta años exponiendo a sus alumnos y a su personal docente y administrativo a una sustancia cancerígena contenida en sus techos de uralita.
La uralita lleva como componente una sustancia llamada asbestos (amianto), considerada como altamente cancerígena y totalmente prohibida, que debe ser destruida por personal especializado. Los alumnos y el resto de la comunidad docente están expuestos a ella. Ni la Universidad de La Laguna ni la Consejería de Sanidad han hecho caso a las diversas advertencias que se han hecho al respecto, incluso desde este periódico digital. Parece mentira que cincuenta años después de haberse construido unas instalaciones provisionales continúen éstas albergando una facultad que apenas cuenta con un catedrático, cuyas plazas docentes no se han dotado y de la que han desaparecido, por jubilación, profesores de gran categoría que obtuvieron sus cátedras universitarias y sus puestos clínicos en el Hospital Universitario de Canarias, donde se formaron las primeras promociones. Posteriormente se sumó el Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria. A pesar de las continuas advertencias que se han hecho al respecto, incluso desde medios de comunicación, las instalaciones siguen inamovibles y el techo conteniendo asbestos, disimulado por falsos techos que no resuelven el problema, continúan dando cobijo –es un decir— a miles de alumnos, profesores y personal administrativo. Ni la Universidad de La Laguna (ULL), ni tampoco el Gobierno de Canarias parecen prestar mayor importancia a este problema, que significa un riesgo sanitario grave para la salud de quienes frecuentan estas instalaciones.
Cada vez que se informa de ello, un muro de silencio se cierne sobre la Facultad de Medicina, escasa de profesores y cuyo nivel docente ha caído en picado en los últimos años. Debería dar vergüenza esta circunstancia al equipo rectoral y a la responsable de Sanidad del Gobierno de Canarias, que se han cargado los estudios de Medicina. Una facultad que no da el nivel docente adecuado, que está sin catedráticos prácticamente –creo que sólo queda uno en periodo de docencia—, con muy pocos titulares y que en un tiempo fue una de las de mejor nivel docente de España, pero de las peor dotadas de servicios, elementos para la investigación y para las prácticas e instalaciones inadecuadas. Subsiste gracias a las aportaciones de otras facultades del área de salud, pero sería incapaz por sí misma de formar a sus alumnos. Por cierto, no sé cómo funcionan las asociaciones de alumnos y del personal de servicios, pero todo el mundo parece mudo en este sentido. Y no saben lo que tienen encima, y nunca mejor empleada la expresión. Así que ya se pueden poner las pilas y denunciar públicamente lo que está ocurriendo, antes de que se convierta en un escándalo nacional. Desde hace mucho tiempo está proyectada la nueva Facultad de Medicina de la ULL, pero no se ha llevado a cabo porque ni el Gobierno de Canarias ni la ULL han puesto demasiado empeño en ello. Las instalaciones de la facultad son penosas, con el riesgo añadido de la sustancia cancerígena que amenaza al que pasa por ella, sobre todo en estancias largas; y la carrera de Medicina no sólo dura seis años sino que bajo esos techos se desarrollan prácticas, se encuentran instalaciones complementarias para los alumnos y todo tipo de servicios. Ya digo, este asunto puede adquirir caracteres de escándalo. El Consejo Social de la Universidad tiene conocimiento de estos riesgos, desde hace años, pero no ha tomado ninguna medida. Hay una ley en España que, en un solo punto, se reconoce al amianto (asbestos) como causa de la enfermedad cancerígena llamada mesotelioma, del que se producen unos 300 casos al año en el país. En los Estados Unidos llegaron a levantar una avenida entera de Nueva York, en Manhattan, porque las conducciones de agua contenían asbestos. Curiosamente yo estaba en Nueva York cuando pude observar de cerca a los operarios quienes, vistiendo una especie de trajes espaciales, levantaron las tuberías y las sustituyeron por otras fabricadas con material moderno, libre de peligros. Si se produjeran denuncias por el padecimiento de mesoteliomas, un tipo de cáncer muy agresivo, por parte de personas que hayan estado trabajando o estudiando bajo los techos de amianto de la Facultad de Medicina lagunera, en los últimos cincuenta años, el escándalo estaría servido.