Una vez más, la franja de Gaza se convierte en el escenario de una ofensiva militar con consecuencias devastadoras para la población civil. Bajo el nombre de “Carros de Gideon”, Israel ha lanzado una nueva operación que, solo en las últimas horas, ha provocado medio centenar de muertes, según fuentes sanitarias palestinas. Mientras tanto, las esperanzas de un alto el fuego se centran en unas negociaciones frágiles y condicionadas, desarrolladas en Doha bajo mediación de Qatar, Egipto y Estados Unidos.
El operativo militar se justifica, según las autoridades israelíes, como una medida de presión para recuperar a los 58 rehenes que siguen en manos de Hamás desde los ataques del 7 de octubre de 2023. Sin embargo, este argumento comienza a generar una creciente controversia incluso dentro del propio país, donde muchas familias de los secuestrados denuncian que la reanudación de los bombardeos pone en peligro la vida de sus seres queridos.
Por su parte, Hamás ha vuelto a sentarse a la mesa negociadora, aunque sin aceptar condiciones previas. Reclama una retirada total de Gaza, un alto el fuego duradero y la entrada masiva de ayuda humanitaria, actualmente bloqueada desde el fin de la anterior tregua. Estas exigencias chocan con la postura del gobierno israelí, liderado por Benjamín Netanyahu, que no parece dispuesto a detener la operación militar sin una rendición explícita del grupo islamista.
Diplomacia sin resultados
La reciente visita de Donald Trump a la región, acompañada de una gira por Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, no ha traído el resultado más urgente: una tregua entre Israel y Hamás. Aunque su administración logró mediar en la liberación de un rehén con doble nacionalidad, la propuesta estadounidense —basada en la entrega parcial de rehenes a cambio de una tregua limitada de unas semanas— sigue estancada.
Trump, preguntado por la cadena FOX sobre su relación con Netanyahu, evitó críticas directas, aunque dejó entrever que el liderazgo israelí atraviesa un momento difícil. Sus palabras, sin embargo, no parecen haber acelerado un proceso diplomático ya de por sí enredado, en el que cada paso hacia la paz está condicionado por agendas políticas y equilibrios regionales.
¿Estrategia militar o desgaste político?
El gobierno israelí sostiene que la ofensiva tiene un doble objetivo: rescatar a los rehenes y eliminar la estructura operativa de Hamás en Gaza. Pero voces críticas apuntan a un uso político del conflicto para sostener la coalición de Netanyahu, muy presionada por sectores de extrema derecha que exigen una victoria militar total.
Mientras tanto, la situación humanitaria en Gaza empeora con rapidez. Naciones Unidas ha advertido del riesgo de hambruna masiva y exige acceso inmediato para los convoyes de ayuda, que siguen bloqueados por Israel con el argumento de evitar que lleguen a manos de Hamás. Desde el inicio de la ofensiva, miles de civiles se han visto obligados a desplazarse, agravando una crisis que ya es insostenible.
En este contexto, cada jornada sin avances diplomáticos acerca más la posibilidad de una incursión terrestre a gran escala, que podría dejar miles de nuevas víctimas. La pregunta, entonces, es si las potencias internacionales seguirán apostando por una estrategia de desgaste que parece no tener salida o si, finalmente, apostarán por un alto el fuego real y sostenido.