Podría darse la paradoja de que cuando Venezuela recupera algo de su pulso económico y cuando la producción de petróleo ha superado los 820.000 barriles diarios –gracias a las compras de Estados Unidos–, el chavismo pierda las elecciones.
Venezuela nos tiene acostumbrados a estas contradicciones. Lo que busca Maduro ahora es la moderación y el reconocimiento internacional, de nuevo, como una democracia, pero eso no le evita discursos incendiarios como el del otro día, cuando auguró una guerra civil y un baño de sangre si él no gana. Dijo además que él tenía en sus manos el poder cívico-militar y que no pensaba soltarlo.
Tampoco puede ser una democracia Venezuela con los exiliados que ha provocado su Gobierno de sátrapas, exiliados repartidos por todo el mundo. Los exiliados van desde políticos a periodistas, pasando por empresarios y por personas de relevancia pública y hasta mucha gente del pueblo, harta de pasar hambre y de soportar a los chavistas.
Lo que sí está Maduro es rico, los dólares ya no sabe dónde meterlos, y es imposible que procedan de sus ahorros. Apenas sabe leer y escribir, era conductor de las guaguas del metro, fue adoctrinado en Cuba y no tiene conocimiento alguno de cultura general. Sus discursos son repetitivos y sin contenido intelectual alguno, pero si nos ponemos a mirar al mundo, en los Estados Unidos gobierna Biden. Y si no vamos muy lejos, en España el presidente del Gobierno copió su tesis doctoral, literalmente en algunos de sus párrafos. Y no se ha avergonzado de ello, al menos en público.
Los empresarios venezolanos me dicen que su país sigue siendo una mina de oro para hacer negocios, que las empresas continúan funcionando, que exportan y que la producción de petróleo –se asegura que hay reservas para cien años— está subiendo día a día.
Pero el pueblo es pobre, la riqueza de unos pocos no se distribuye –en realidad, nunca se ha hecho—y la gente está harta del patán que preside Venezuela. Maduro puede perder, aunque eso no lo sabe nadie porque depende de un factor tan esperpéntico como es la capacidad del chavismo para manipular las urnas. Lo hará, pero lo que no se sabe es hasta dónde. Porque ellos mismos son los que controlan el escrutinio.
Es de suponer que el ex presidente español Zapatero esté en Venezuela ayudando a su amigo o vigilando los negocios que tiene allí. Pero esto es lo de menos, Zapatero es tan torpe que si hace algo se notaría enseguida. El día 28 los venezolanos irán a las urnas y si Maduro ve que la tendencia es desfavorable a sus intereses tendrá un plan B. Seguro. O un avión preparado para salir pitando desde La Carlota a La Habana o a Moscú. Allí no se va a quedar si pierde.
Y las encuestas no les son tan desfavorables ante un candidato desconocido, un diplomático llamado Edmundo González Urrutia, aunque la verdadera líder de la oposición sea María Corina Machado, a quien ya le han alterado el sistema de frenos de su automóvil para asustarla o para matarla, que esto tampoco se sabe con certeza.
No queda mucho, una semana. Es de esperar una reacción violenta del chavismo si ve las cosas mal por la mañana, el día electoral. Es lo malo de las dictaduras, disfrazadas o no, que los dictadores no se resignan a perder el poder. Y Nicolás Maduro es muy bruto, pero no es tonto. Y el aparato, sobre todo el aparato militar, que lo sostiene, tampoco lo es. Así que sólo cabe esperar para saber dónde estará la trampa.