Hay veces en las que uno tiene que hacer muy personal esta crónica. Dice Juan-Manuel García Ramos que le gusta El Burgado, pero que parece que lo hago yo solo. No, yo colaboro en lo que puedo, que ya es bastante.
Digo que cuando es agosto y la actualidad se disipa en las playas –o en el palacio costero de La Mareta–, tengo que tirar de recuerdos. Revolviendo en el archivo me he encontrado una foto que en el dorso me dedicó el comandante Lorenzo Bruno, vestido de jefe de Artillería, un personaje entrañable que no tenía sino amigos por todas partes. Un lagunero, aunque no sé si nació en La Laguna, creo que sí, que se cogía unos buenos pedos, ya retirado, con el padre Adán, que era su amigo del alma. Conducía Lorenzo un Volvo deportivo como el de Roger Moore, El Santo, que se lo regaló a no me acuerdo quién antes de morirse. Yo le tenía un gran aprecio y era gran amigo de Isidoro Luz, alcalde portuense y presidente del Cabildo, y de mi padre. Se tomaban los tres los whiskies en el hotel Miramar, que hoy lo ven y no lo conocen. Está precioso. Era el conseguidor de Canarias en Madrid, un conseguidor honesto y de buena fe, como se hacían las cosas antes. Se codeaba con ministros de Franco y altos cargos de la política y de la milicia. Y se sabía todos los chismes de la Corte franquista. Se casó muy mayor con su novia de toda la vida, una farmacéutica de Madrid, y fue uno de los formadores de los universitarios que hacían el campamento de Milicias en Los Rodeos y que salían de sargentos –los más batatas— y de alféreces –los que tenían más acendrado el espíritu militar–. Lorenzo sólo les ponía como condición que se lanzaran, de pie naturalmente, del trampolín más alto no sé si del Club Náutico o del Balneario. Esa y una carrerita era toda la gimnasia exigida entonces. La última vez que lo vi fue en una fiesta que dieron Paco Feria y Marian, su esposa, en La Laguna, y a la que asistieron Lorenzo, Cubillo y Antonio Tavío, entre otros muchos, incluido el padre Adán, si no recuerdo mal. Tristemente, ninguno de los cuatro está entre nosotros.
Y hablando de mi amigo Antonio Cubillo, siempre aparece la foto de los que hacíamos El Perenquén: Justo Fernández, Ángel Isidro Guimerá, Juan-Manuel García Ramos, Cubillo y yo. La única foto que existe del quinteto es la que hoy se publica aquí. Yo agarré una alcachofa de ducha, que incomprensiblemente estaba en el suelo del plató de Canal 7 del Atlántico, y se la coloqué a Cubillo sobre la cabeza. El vacilón, dentro y fuera del programa, era de campeonato y Paco Padrón, presidente del canal, tuvo el éxito y la ocurrencia de reunir a cinco personas de ideologías y caracteres tan distintos. Justo iba siempre cargado de papeles, que nunca leía. Yo creo que no tenían nada que ver con el programa, sino que eran cosas viejas que él encontraba por ahí, que disfrazaba de documentos comprometedores para alguien. Nunca los enseñaba. Y Cubillo se empeñaba en comparar el estatus que él quería para Canarias con el de las Islas Feroes, un archipiélago autónomo del reino de Dinamarca, que Angelito Guimerá las llamaba siempre, para cabrearlo, Islas Feroces. Paco Padrón, que fue quien inventó ese programa y quien lo realizaba, picaba a Juan-Manuel diciéndole que yo era el más que cobraba, bajo cuerda, de los cinco. Creo que era mentira pero así mantenía la competencia. Pues esta es la única foto que existe del famoso Perenquén, del que Cubillo decía que se vendían en el rastro copias piratas. Era mentira, pero quedaba bien y sí era verdad que llegó a tener una audiencia superior a cualquier televisión nacional en su franja horaria. Y la tercera foto se refiere a un hecho histórico en el sector turístico: la inauguración del Lago Martiánez.
Creo que fue la noche en que actuó Josephine Baker, cuyo caché lo pagó Luis Díaz de Losada, que la admiraba profundamente. En la foto aparecemos los ingenieros del proyecto, Juan Alfredo Amigó y José Luis Olcina, Luis Díaz de Losada, el gran César Manrique y yo, tomando notas. Fue una fiesta muy elegante, no como las celebraciones changas de ahora, a las que todo el mundo acude con chancletas y la camisa por fuera, como diría Domingo de Laguna, paz descanse también. Tampoco creo que existan muchos recuerdos fotográficos del acontecimiento, pero al menos éste sí que figura en mi archivo. Como les digo siempre, mañana, más.