Bueno, vamos por partes, como decía Jack el destripador. Hay que ver la suerte de la familia de don Sabiniano, el dueño de las saunas gays de Madrid, paz descanse, suegro de Pedro Sánchez, ya que don Sabiniano Gómez era el señor padre de la buena de Bego. La catedrática de la Complutense. Resulta que le tenía alquilado a Muface un local terrero, o así, para su sauna gay y un picadero ad hoc en uno de los pisos del edificio, que también disfrutaba la parentela de don Sabi. Pues el piso se lo alquiló Muface a la sauna por poco más de 800 euros. Y el local también, por cuatro perras. En el centro de Madrid. Que me digan dónde consigo otro igual. Esta familia Sánchez, además de buenos amigos, hace pingües negocios. No le vamos a echar la culpa a don Pedro porque esos alquileres venían de atrás, dicho sea con todos los respetos y sin segunda alguna. Y un piso del edificio parece que se realquilaba y que en un tiempo también se dedicó al fornicio. Eso es lo que leo en “The Objective”, que es un buen periódico en el que entrevistan a Felipe González y en cuyo espacio on line escribe Juan Luis Cebrián. O sea, que todo debe ser verdad porque TO es una publicación digital que goza de total credibilidad, en mi modesta opinión. Pero, bueno, ahí los dejo a ustedes, queridos librepensadores, para que saquen conclusiones.

Unas calles llenas de mierda dan a la ciudad un toque tailandés.
Ahora voy al Carnaval. Ayer me llamó un amigo para contarme que Santa Cruz huele a vómito. Ya no a meados, sino que el vómito le ha ganado la carrera a la micción y el olor a pota ha vencido al del orín, en una carrera loca de percepciones olfativas. Si mezclamos todo eso con el detergente barato –evidentemente, no tiene la calidad del zotal, je, je— que las huestes limpiadoras del alcalde Bermúdez riegan por la ciudad nos da un resultado químico atroz, similar al que se respira en los barrios con canales de mierda de la ciudad de Bangkok, que a mí casi me tira para atrás cuando los atravesé a bordo de una camionetita con frente de moto y una carroza de latón de dos plazas detrás. Estuve por irle a protestarle a Kiesling, como cónsul de Tailandia que era, al regreso, pero me contuve porque Kiesling tiene como los chorros del oro el Loro Parque y no hay que ser injustos en esta vida. En fin, que Santa Cruz huele a mierda podrida el día después y que el olor va a persistir durante días.

El Carnaval hace tiempo que ha muerto y si lo hacen para la gente de Ofra, de Cuesta Piedra y de El Cardonal, ¿por qué no lo celebran en esos barrios, donde se recibe la fiesta con entusiasmo? Porque la gente del centro de Santa Cruz y de la banda de costa, y no por razones clasistas sino de pura estética, huye de aquí como alma que lleva el diablo cada vez que empieza el tufo a murga sin gracia y a picarnos los ojos con el polvo de talco de las comparsas, el que usan las bailarinas para encajarse los zapatos. Bermúdez es un gran carnavalero, yo no recuerdo otro momento de él sino verlo disfrazado, así que suspenderlo no lo va a suspender. Pero que al menos lo traslade. La nota trágica de esta fiesta han sido los dos muertos: uno, en la reyerta de la Avenida Marítima; y otro, colgado del escenario del Carnaval, sobre el que se ha querido colocar un velo de silencio. No se habla. La Policía investiga si se trató de un suicidio o de qué. Pero información hay poca.

En fin, que yo voto por la desaparición de la fiesta o por el traslado del Carnaval a los barrios periféricos, que es donde se saborea mejor la cosa. Para mí es una celebración propia de mantecos, como dirían en una novela colombiana. No porque en los barrios sean todos mantecos, yo no he dicho eso, sino porque allí es donde se saborea el indudable encanto que antañazo tenía un Carnaval que hoy se ha vuelto violento, los niños consumen alcohol sin control, y drogas también, llegan carteristas del exterior y todo se ha convertido en un negocio de pinchos morunos, humo de aceite muy usado y comida fake, con alguna excepción. ¿Negocio de quiénes? Pregunten en el Ayuntamiento, que a lo mejor allí lo saben, porque yo en concreto no tengo ni idea. Sólo sé que el Carnaval de Tenerife, con todo el respeto del mundo lo digo, es una mierda. Como las hallacas de mi mamá.