Un equipo internacional de científicos ha anunciado el descubrimiento de dos momias de 7.000 años de antigüedad en el refugio rocoso de Takarkori, en el suroeste de Libia, cuyas muestras de ADN revelan un linaje genético humano previamente desconocido, distinto a cualquier población moderna. Este hallazgo, publicado en la revista Nature y liderado por investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, está revolucionando la comprensión sobre las poblaciones que habitaron el Sahara durante el llamado «Sahara Verde», un período entre 14.500 y 5.000 años atrás cuando la región era una sabana fértil repleta de lagos y ríos.
Las momias, correspondientes a dos mujeres adultas que vivieron durante la era del Neolítico Pastoral, fueron encontradas en excavaciones realizadas entre 2003 y 2006 por la Misión Arqueológica en el Sahara de la Universidad Sapienza de Roma. Gracias a las condiciones áridas del desierto, los cuerpos se momificaron naturalmente, preservando ADN en sus dientes y huesos. El análisis genómico, un logro técnico notable debido a la dificultad de extraer material genético en climas extremos, mostró que estas mujeres pertenecían a un grupo conocido como los Takarkori, cuya ascendencia diverge de las poblaciones subsaharianas hace unos 50.000 años, al mismo tiempo que los humanos modernos comenzaron a expandirse fuera de África.
Lo más sorprendente es que los Takarkori permanecieron genéticamente aislados durante decenas de miles de años, sin mezclarse significativamente con otros grupos durante el Periodo Húmedo Africano, cuando el Sahara era un paisaje habitable. “Este grupo tiene una ascendencia norte africana única que se separó de otras poblaciones africanas y se mantuvo aislada hasta la llegada de prácticas agrícolas desde el suroeste de Europa”, explicó Nada Salem, coautora del estudio, en un comunicado del Instituto Max Planck. Los análisis también revelaron que estas momias tenían diez veces menos ADN neandertal que las poblaciones modernas fuera de África, pero más que los subsaharianos contemporáneos, sugiriendo un flujo genético limitado desde el exterior.
El estudio comparó el ADN de las momias con el de 800 individuos modernos y 117 genomas antiguos de África y el sur de Europa, confirmando su cercanía genética con los cazadores-recolectores de la cueva de Taforalt, en Marruecos, que vivieron hace 15.000 años. Sin embargo, los Takarkori no muestran evidencias de ser un “corredor migratorio” entre el norte y el subsahara, desafiando la idea de que el Sahara Verde fue un crisol de poblaciones. En cambio, su aislamiento sugiere que vivían como pastores sedentarios, aprovechando los diversos ecosistemas de lagos, bosques y praderas que ofrecía la región hace 7.000 años.
El hallazgo ha generado entusiasmo en la comunidad científica. Carles Lalueza-Fox, genetista del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), calificó el descubrimiento como “fascinante” por su capacidad de iluminar un pasado perdido. Sin embargo, también plantea preguntas: ¿por qué los Takarkori permanecieron tan aislados? ¿Qué llevó a su extinción hace unos 5.000 años, cuando el cambio climático convirtió el Sahara en el desierto actual? Algunos expertos sugieren que su diáspora pudo haber contribuido al nacimiento de la civilización egipcia, aunque trazas de su ADN persisten en poblaciones norteafricanas modernas.
El refugio de Takarkori, accesible solo por vehículos todoterreno, ha sido un tesoro arqueológico desde que se descubrieron allí los restos de 15 individuos, en su mayoría mujeres y niños, junto con evidencias de pastoreo y arte rupestre. Este nuevo estudio no solo resalta la riqueza cultural de la región, sino que también subraya la importancia del ADN antiguo para reconstruir la historia humana en áreas donde los registros fósiles son escasos.
Los investigadores planean continuar analizando otros restos en el sitio para desentrañar más detalles sobre los Takarkori y su vida en un Sahara que alguna vez fue un paraíso verde. Por ahora, estas dos momias han abierto una ventana a un capítulo olvidado de nuestra evolución, recordándonos que incluso en los lugares más inhóspitos de hoy, la humanidad escribió historias extraordinarias.