El Partido Popular se encamina hacia su próximo Congreso Nacional con una jugada que no pasa desapercibida dentro ni fuera del partido: Alfonso Serrano, actual número dos del PP madrileño y mano derecha de Isabel Díaz Ayuso, será quien dirija la Comisión Organizadora. La elección, avalada por Génova con argumentos como su “dilatada trayectoria” y los “éxitos electorales” de Madrid, tiene sin embargo una lectura más política que técnica: Feijóo abre las puertas del aparato a quien encarna el sector más combativo del partido frente al Gobierno central, pero también frente a la línea templada que él mismo ha tratado de imprimir desde su llegada.
Serrano fue el arquitecto de la campaña autonómica que dio a Ayuso la mayoría absoluta en 2023, pero también es una figura clave en la pugna interna que, sin romperse, sigue marcando tensiones entre las diferentes almas del PP. El hecho de que la presidencia del Congreso —que se celebrará el 5 y 6 de julio en Madrid— recaiga en él, puede interpretarse como un guiño de Feijóo al ala más dura, justo cuando necesita blindarse como líder único del partido de cara a un nuevo ciclo electoral.
Feijóo, que ya ha anunciado su intención de repetir como presidente del PP sin rivales a la vista, busca consolidar su liderazgo y movilizar a la organización. Pero el movimiento deja entrever algo más: un equilibrio forzado con Ayuso, que no ha dudado en marcar perfil propio frente a la dirección nacional, incluso en momentos de tensión política con Moncloa. La propia presidenta madrileña pidió públicamente adelantar el Congreso, asegurando que era necesario “acelerar” el proyecto del PP frente al “caos” del PSOE.
Pese a que desde Génova se insiste en la unidad y en el carácter técnico del nombramiento, hay quien ve en esta maniobra un síntoma más de cómo las decisiones orgánicas del partido están cada vez más condicionadas por el pulso de poder interno. Y si bien Serrano tiene experiencia en la organización tanto a nivel autonómico como nacional, su elección no deja de subrayar el creciente protagonismo de Ayuso en el tablero popular. En un congreso sin sorpresas a la vista, lo que se cocina en realidad es la arquitectura de un poder a medio plazo en el que las lealtades territoriales pueden acabar condicionando, una vez más, la línea política nacional.