Ayer falleció en Tenerife uno de los grandes del boxeo español, Domingo Barrera Corpas. Había nacido en Candelaria y tenía 81 años.
El día 3 de abril de 1971, a las 0,26 horas de la noche, el Luna Park de Buenos Aires enmudeció. En Canarias eran las 8,26 de la tarde. Ninguna emisora de radio transmitió el combate, pero Radio Club Tenerife ofrecía noticias de vez en vez, servidas por canarios en Argentina que sí escuchaban las enardecidas voces de los locutores que narraban la pelea para aquel país. Sobre el ring, el entonces campeón del mundo de los superligeros, Nicolino Locche (31 años), un mito para el país, un héroe del deporte del boxeo, y el tinerfeño Domingo Barrera Corpas, de 28 años.
Los tres jueces pronunciaban su veredicto: el señor Sívori daba ganador al argentino (150-147); el señor Casas emitía una decisión similar (148-146); pero el señor Franchini opinaba que Corpas había vencido a Locche (148-146).
El púgil tinerfeño, nada más terminar el combate, se dirigió a su entrenador y amigo Rogelio Alberto y le dijo: “Gané yo, Rogelio, tú lo has podido ver”. Aun así, Corpas abrazó y alzó a su rival, quien, destrozado su brazo izquierdo a causa de los golpes del tinerfeño, aquel chico zurdo de Candelaria, quiso tomar el micrófono para anunciar su retirada. No lo dejaron. No podían dejar que un mito del boxeo argentino y mundial reconociera su derrota.
Dos veces disputó Domingo Barrera Corpas un título mundial. Hasta su muerte, ocurrida ayer, estuvo esperando su homenaje. Tierra desagradecida esta nuestra.
En la ocasión referida, en Buenos Aires, en versión de la Asociación Mundial de Boxeo, con Nicolino Locche como rival, estuvo a punto de proclamarse campeón, ya dije que en abril de 1971. Y el 9 de octubre del mismo año, en Génova, ante el italiano Bruno Arcari, esta vez en la versión del Consejo Mundial.

Corpas también cayó en la ciudad italiana, pero no a causa de los golpes de su rival, sino por una moneda arrojada desde el público que impactó en una de sus piernas, bajo la rodilla –yo vi esa cicatriz, a su regreso–. Le impidió seguir peleando, aunque algunos dijeron que se había tirado. Hoy, esta acción le hubiera proclamado campeón del mundo de forma inmediata; entonces, no.
Con 81 años a sus espaldas, estaba muy mermado de salud. La vida lo había tratado mal y el deporte no había sido generoso con él, lo mismo que no lo ha sido con otro de los grandes, Miguel Velázquez. A Domingo le pusieron el sobrenombre de “El Ciclón del Atlántico”; creo que el apodo se lo debemos a Antonio Salgado, el mejor crítico de la historia del boxeo en Canarias y uno de los grandes de todo el país.
Cuando yo, años más tarde, visité el Luna Park, en uno de mis viajes a Buenos Aires, me imaginé aquel gran combate de 1971, que no tuve la fortuna de ver. Fue tal el castigo que infringió Barrera Corpas a su rival, Nicolino Locche, que éste quiso anunciar, como digo, su retirada del deporte. Pero se lo impidieron sus segundos porque hubiese sido como reconocer una derrota moral sobre el ring, tras la paliza que le propinó Barrera Corpas.
Si volvemos la vista a aquellos tiempos, el cronista de la revista El Gráfico, H. Onésime, narra con gran sentimiento el desarrollo de la pelea, pero mucho más el hundimiento anímico de Locche, cuyo brazo izquierdo colgaba literalmente de su cuerpo, decían en Argentina que por lesión, pero la realidad fue que Corpas le rompió dos tendones con su zurda prodigiosa.
Escribió entonces Onésime: “El Luna Park era un murmullo anhelante que repiqueteaba en miles de cigarrillos encendidos”, decía el cronista. Y continuaba con una oración al ídolo de su país: “…era el rival para la medida exacta de tu estilo. Era para el show. Y apenas ganaste (según nuestra tarjeta) por tres puntos, con una luz que nada tiene que ver con la diferencia inmensa que hay entre tu sabiduría y la rústica profesionalidad del español”.
Quien mejor conoce a Corpas es el cronista de boxeo Antonio Salgado, con Vadillo y Alcántara, los tres grandes de la narración del boxeo en España. Salgado nos recuerda aquel 9 de octubre de 1971 en Génova, ante Bruno Arcari: “Se le llamó “el combate de la moneda” porque lo que no logró el púgil italiano lo consiguió un espectador, que arrojó violentamente una moneda, que impactó en el cuerpo caliente del tinerfeño y lo fulminó. Era la segunda y última oportunidad perdida.
Domingo Barrera Corpas se retiró el 11 de octubre de 1976, después de ganar sobre el ring al grancanario Francisco Trujillo Artiles, Paquillo, y tras cincuenta y dos combates como profesional y más de cien peleas como amateur, amén de participar en campeonatos de Europa de aficionados, mundiales militares, Juegos del Mediterráneo y en la Olimpiada de Tokio, donde los árbitros le hicieron otra faena al darle perdedor, en la ronda final, ante el irlandés Jimmy Derek. Porque Corpas iba derechito hacia el oro olímpico y se quedó sin medalla, siguiendo su sino de no triunfar en los momentos claves de su vida.
Cuando pregunté por él en Buenos Aires, un kiosquero sacó de debajo de su mostrador la revista “El Gráfico”, en cuya portada aparecía una escena de su combate con Locche. Le dije: “¿Me la vende?”. Y él me respondió: “No, si es amigo y paisano de Barrera Corpas, se la regalo”. Y la conservo como oro en paño en mi archivo, junto con otra de Alfredo Di Stéfano.
Corpas había nacido en Candelaria el 9 de mayo de 1943. Debutó como amateur a los 18 años. Ganó el campeonato nacional de los pesos ligeros, celebrado en Tenerife en 1963. Fue internacional, por primera vez, frente a Argelia. Venció a los mejores púgiles de su época, entre ellos a Miguel Velázquez, luego campeón del mundo. Desde el 63 al 66 fue campeón de España amateur. Internacional ante Marruecos y Francia. Olímpico en Tokio. En 1966, en Trieste, pierde el Mundial Militar ante el italiano Riga.
Cien combates disputó como aficionado, con un buen puñado de victorias. Pasa a profesional. Debuta en el 5 de noviembre de 1966 ante el grancanario Calderín, al que hace abandonar en el quinto asalto. Corpas permaneció imbatido durante 21 combates profesionales seguidos. En la que fue llamada “pelea del siglo” en Canarias, frente al grandísimo Juan Albornoz, Sombrita, celebrada el 15 de junio de 1968, en la plaza de toros de Santa Cruz, Sombrita le ganó a los puntos a Corpas, en 12 asaltos, con el campeonato de España de los superligeros en juego, del que era titular Juan Albornoz.
El 21 de marzo de 1970 opta al título español de idéntico peso ante Tony Ortiz, a quien Corpas le había ganado en un enfrentamiento anterior. Pierde el combate. En 1973, Domingo Barrera Corpas se hace, por fin, con el cinturón español de los superligeros, al derrotar a Kid Levy por lesión de éste, en combate celebrado el día de Reyes de dicho año en la plaza de toros santacrucera. Lo perdió al siguiente mes, en el mismo escenario, ante Fernando Pérez. Fracasó, de nuevo, en su penúltimo combate y en su intento de conquistar la diadema de los pesos welters, en La Coruña, ante Dopico. Se retiró en el año 1976.
Hoy, Domingo ha muerto. Apenas se le veía por la calle, como antes, cuando iba a ver a su amigo Ángel Galán, director de CajaCanarias, también fallecido. Corpas lo llamaba “papá” y le sacaba unas perras. Era un hombre de pocas palabras, de hablar muy a lo changa canaria y un tanto bravucón, pero de gran corazón. Arrasaba a los rivales. Miguel Velázquez me dijo, en una ya lejana entrevista: “Ya se sabe cómo ganaba Corpas, empujando y pegando”. Como un ciclón, como el Ciclón del Atlántico que era y que decía mi gran amigo Antonio Salgado.
Pero esto no le quita el mérito de haber sido uno de los mejores, uno de los grandes del boxeo español. La última vez que lo vi fue en el año 2007, cuando le hice una de las fotos que acompañan a este recordatorio que intenta, de nuevo, hacer justicia con este hombre y con este púgil controvertido. Esta misma crónica se publicó en la edición canaria de la revista “El Gráfico”, de la que sólo salieron diez números; una pena, porque apareció justamente con el comienzo de la crisis económica y no aguanté el tirón (yo era el editor y propietario de los derechos). Yo solo no podía luchar con los costos, con la crisis de la publicidad, con la carestía de la distribución. Seguramente hoy se habría mantenido.
Entonces le regalé a Corpas unos guantes de boxeo amarillos, modernos, no como aquellos con los que él peleaba. Me lo agradeció mucho y se fue muy contento con ellos. Siempre le admiré; era, con Miguel Velázquez, Sombrita y Ramón Marichal, uno de mis ídolos del boxeo.
Ya no hay boxeo del bueno, como antes. Se ha estropeado desde que se pegan con los pies. Eso no es boxeo, eso es otra cosa. El último gran promotor de aquellos tiempos, David Asensio, murió no hace muchos años. Yo quería mostrar estas fotos de Domingo Barrera Corpas, un astro del boxeo que, sin embargo, tuvo muy mala suerte en los momentos claves de su vida. Y es que unos nacen con estrella y otros estrellados.