Parece que hoy vamos de series. Me he metido entre pecho y espalda los ocho capítulos de la serie –que tendrá dieciséis— “Cien años de soledad”, basada en la novela del mismo título que le dio fama universal al escritor y Nobel colombiano, Gabriel García Márquez. La serie es de producción colombiana y norteamericana. Creo que sería casi imposible reflejar con acierto en ella las siete generaciones de Buendías a las que García Márquez dio vida en su gran novela. Estas obras maestras son muy complicadas de llevar al cine o a la televisión. Rodada en 35mm, formato cine, la película tiene mucho de Juego de Tronos: mucho humo, mucha pobreza, mucha imaginación, ¿pero qué es el realismo mágico sino una mezcla de esas y de muchas más cosas? Figuran como productores los hijos del autor, Rodrigo y Gonzalo. Uno de ellos es director de cine. El guion está repartido entre varios especialistas colombianos y cientos de personas han trabajado en la serie, de ocho capítulos iniciales, que terminan con la entrada en Macondo del coronel Aureliano Buendía, a caballo, al frente de las tropas liberales, que pasarán a cuchillo a las conservadoras que defienden la ciudad. O eso espero. Los ocho capítulos de la segunda parte se pondrán pronto a disposición del público de Netflix. Es una serie de gran presupuesto, que refleja con acierto parajes narrados en la novela original, con un José Arcadio Buendía, en su locura, atado a un castaño del patio de su casa en Macondo, y hablando en latín, hasta que el coronel le dice por carta a su madre, Úrsula Iguarán, con sus dotes de adivino, que lo desate porque va a morir, lo que provoca que el fundador de la saga termine sus días en una cama. El patriarca enloqueció, tras hacer danzar durante tres días seguidos a una bailarina de una caja de música, conectada al mecanismo de un reloj. Según Juan-Manuel García Ramos, uno de los grandes especialistas españoles en García Márquez, ironizando, claro, el bigote del coronel es postizo y se nota. Hombre, sí que hay fallos en la imagen personal de los actores y saltos en el relato del autor, pero es inevitable en una historia tan complicada de llevar al cine. Pero se trata de una serie ambiciosa, que va a dar mucho que hablar y que ya lo está haciendo, de hecho. Una obra que han leído millones de personas es mucho más complicada de guionizar porque cada lector se imagina a los personajes de una manera y, al llevarlos a la pantalla, la visión que tienen de ellos se desvirtúa.

Yo me imaginaba al coronel rechoncho y más colombiano, más como el actor que encarna a José Arcadio, en vez de otro actor de más de 1,80 como es Claudio Cataño.


Excelente la interpretación de Marleyda Soto y Úrsula Morales, ambas en el papel de Úrsula Iguarán Cotes. Los episodios duran 60 minutos cada uno, así que ustedes deben saber que el fin de semana me lo pasé viendo la serie para poderles contar todo esto. La fotografía es buena, pero hay demasiado humo. El humo siempre oculta los fallos. Algunos golpes de culata de fusil son más falsos que una moneda de tres euros. Otras escenas violentas yo las considero innecesarias y las de sexo me parecieron bastante pudorosas. Pero estamos en Colombia. Ya les contaré más de la serie. Ahora cambio de tema y me voy a la playa de Las Canteras, en Las Palmas, donde han creado el Belén de arena, muy bonito, un dechado de arte. Está claro que los canariones saben vender las cosas los tíos.

Se congregan allí para verlo miles de personas cada día y la verdad es que el portal me parece una obra de arte, en cuya creación participan varias personas. Se trata de una iniciativa muy bonita, que fotografían miles de personas y esas imágenes van a parar a todo el mundo, regalándole una propaganda muy grande a la ciudad y a la isla. Y, pasado el temporal, me envía Juan Ruméu una foto de Playa Jardín, en el Puerto de la Cruz, que teóricamente está cerrada al baño por contaminación grave, ocupada por cientos de personas que desoyen la prohibición y acuden a la playa a bañarse, haciendo caso omiso a las recomendaciones de las autoridades.

Yo no sé si la gente es boba o imprudente, o sencillamente no se cree lo que ocurre. Hay un emisario submarino roto, que expulsa mierda indiscriminadamente, que contamina las aguas y que supone un riesgo gravísimo de contraer enfermedades graves. Y la gente, como si nada. El día que se produzca una desgracia sanitaria en la ciudad, entonces no llegará aquí ningún turista. Y el que avisa no es traidor. Les repito que la foto está tomada el domingo pasado y que allí no estaba la policía y supongo que, al permaneces oficialmente cerrada la playa, tampoco tiene por qué haber socorristas en ella. Pues ustedes verán, el que se quiera arriesgar, que lo haga. Yo sólo aviso, no puedo hacer más.