Elon Musk, CEO de Tesla, anunció el pasado martes que reducirá significativamente su participación en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) del gobierno de Donald Trump a partir de mayo, dedicando solo “uno o dos días a la semana” a dichas labores, para centrarse en reflotar Tesla tras un desplome del 71% en sus beneficios netos en el primer trimestre de 2025. La decisión llega después de que la compañía reportara ingresos de 19.335 millones de dólares, un 9% menos que el año anterior, y una caída del 13% en las ventas de vehículos.
El declive de Tesla se atribuye en gran parte al impacto reputacional de Musk por su papel como asesor de Trump y su apoyo a causas conservadoras, que han alienado a clientes progresistas, especialmente en mercados clave como California, donde las ventas se han desplomado. Además, la empresa enfrenta una competencia feroz de fabricantes chinos como BYD, que han avanzado con tecnologías como baterías de carga rápida, y los aranceles impuestos por Trump a componentes importados de China y México, que afectan los costos de Tesla a pesar de su producción mayoritariamente local. Las acciones de Tesla, que han perdido más del 40% de su valor desde principios de año, subieron un 4% tras el anuncio, reflejando el alivio de los inversores.
Musk reconoció que su implicación política ha dañado la marca, con protestas frente a concesionarios y actos de vandalismo registrados en Estados Unidos y Europa. En una teleconferencia con analistas, afirmó: “Ya hemos conseguido avances reales contra el despilfarro y el fraude”, justificando su paso por el DOGE como un deber cívico, pero admitiendo que “si EE. UU. cae, todos caeremos con él”. A pesar de su retirada parcial, Musk no romperá del todo con Washington, lo que genera dudas sobre si podrá revertir el daño a Tesla, especialmente tras la pérdida de liderazgo tecnológico frente a competidores globales.
La compañía también enfrenta retos internos: la falta de nuevos modelos ha contribuido a la caída en ventas, y su tecnología, como el piloto automático, está bajo escrutinio regulatorio en EE. UU. por preocupaciones de seguridad. Sin embargo, Musk destacó planes futuros, como el lanzamiento de un vehículo eléctrico más asequible a mediados de 2025 y la producción en serie del Robotaxi para 2026, aunque analistas dudan de la viabilidad de estas promesas en un contexto de incertidumbre económica y política.
Mientras Tesla lucha por recuperar su posición en el mercado, la decisión de Musk de priorizar la empresa sobre sus ambiciones políticas podría ser un punto de inflexión, aunque algunos expertos advierten que el daño reputacional y la competencia china podrían ser obstáculos difíciles de superar a corto plazo.