En febrero puede que esté terminada la obra del hotel Taoro, adjudicada a la familia Polanco, que se desvive por devolverle al hotel su antiguo esplendor. Como siempre ocurre, las reconstrucciones de edificios antiguos tienen sus plazos quebrados por los imprevistos, pero ya el hotel es imparable, con sus casi 200 habitaciones, gran lujo y cargado de historia. Están previstos varios actos para la inauguración y supongo que también un libro –ya hay alguno—con la historia del Taoro. Me tranquiliza saber que Paco Ojeda, el máximo responsable del hotel, con quien he desayunado el viernes, guarde en su despacho la placa, que costó 100.000 pesetas de la época, que da cuenta de la visita al lugar de varios reyes, princesas y jefes de estado europeo, en aquella cena que costó 25 millones de pesetas, con motivo de la inauguración de instalaciones del Observatorio Astrofísico de Canarias. Esa cena la pagó el Casino, el Cabildo no puso un duro. El otro día, Pedro Ascanio González de Chaves, que fue jefe de Mantenimiento y miembro de la alta dirección del Casino Taoro, en una entrevista que concedió al Diario de Avisos, contaba detalles de aquella famosa cena, a la que asistieron 500 personas. Fue todo un acontecimiento social y eso queda para la historia del hotel, cuando era casino. No sabe nadie por qué José Miguel Galván, a la sazón presidente del organismo insular, suspendió en su día las obras para que fuera también hotel. Y está la anécdota de que Pepe Segura, en sus tiempos de presidente del Cabildo, exigía que en la cocina se guardaran 100 petit swisses, cada noche que él se pasaba por allí. No se los comía todos, pero Pepe Segura era un sabañón engullendo esos dulces, el tío. También contó Pedro cómo un consejero del Cabildo se mamó todo el vino, el blanco y el tinto, sobrante de aquella famosa cena. Iba cada día y metía varias cajas en su coche en cada viaje.
Son las cosas de la vida. Ahora bien, el Cabildo, cuando esté terminado el hotel, espero que haya renovado los jardines colindantes y que derribe el adefesio del pseudo palacio de congresos/hangar de avionetas que construyeron al lado o que se le dé un uso digno, antes de que se quede en estado ruinoso por falta de actividad. Los Polanco consiguieron una concesión del hotel por 60 años, que podrán ser ampliados. Me parece justo que se amplíe porque la explotación privada del inmueble será la mejor garantía de que va a funcionar bien. El Taoro puede significar el resurgir del Puerto de la Cruz como estación turística de primera categoría. Pero el Cabildo de Tenerife debe remodelar la zona y debería empezar ya a ponerse a ello con una legión de jardineros. Porque las especies de flora que se encuentran en el Taoro, y que algunas de ellas no son canarias, como los eucaliptos, sí han dado vida a esa montaña desde tiempo inmemorial.
Y esos jardines son patrimonio del Puerto de la Cruz y a partir de ahora del entorno del hotel. Con la puesta en servicio del nuevo hotel Taoro se recupera la mejor zona residencial de Tenerife y se revaloriza su entorno. El hotel Taoro no se había concedido antes, todo el mundo sabe por qué: por la amistad de cierto hotelero con un presidente del Cabildo que hizo todo lo posible para que la concesión no se pusiera en marcha, para que no pudiera competir con el establecimiento del otro velillo. Que yo lo sé todo. Y, si quieren, lo cuento.