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lunes, noviembre 11, 2024

El Real Madrid necesitó 31 minutos para marcarle 5 goles al Dortmund

Cuando la Filarmónica de Viena toca el concierto de fin de año, la gente acude al palacio vienés donde se celebra el evento con smoking. Yo creo que en los partidos del Real Madrid en el Bernabéu el público debería usar esta prenda. Rigurosa etiqueta. Ayer, la sinfónica blanca volvió a sonar con música de ángeles, pero sólo a partir del minuto 59 del partido, cuando Antonio Rüdiger, con un centro medido de Mbappé, metió tal cabezazo que casi rompe la red del Borussia Dortmund, que se había ido a la caseta con 0-2 a su favor, ante un Madrid totalmente desafinado.

Desde que el Real Madrid marcó, en el minuto 59 del segundo tiempo, los 81.000 espectadores que llenaban el estadio sabían que remontaría. Es su sino. Hay días tan luminosos que adivinas el horizonte con un vistazo. Pocos minutos después, el Madrid empezó a atacar a su rival como un ejército regular en el asedio a un castillo medieval. Una llegada detrás de otra, hasta que en uno de esos ataques Vinicius, tras otro toque de Mbappé, clavó el balón en la portería alemana. El VAR revisó porque el linier había levantado el banderín, erróneamente. Era el 2 a 2. La cosa estaba casi hecha.

Entonces fue cuando Lucas Vázquez, que lucía el brazalete de capitán por Mòdric, se dio cuenta de que los dos goles del Dortmund de la primera parte habían llegado por su culpa. Y le llegó un balón, uno de tantos que iba a centrar sin suerte, corrió un poquito, tocó la pelota con la izquierda, se la cambió de pie y lanzó tan fuerte latigazo con la derecha que el portero del Dortmund, en medio del asedio blanco, ni siquiera la vio entrar. El Bernabéu se vino abajo.

Pero ayer el Madrid, después del ridículo de la primera parte, no estaba para especulaciones. Carlo Ancelotti les había leído la cartilla en el descanso a sus jugadores. Ni siquiera se le veía demasiado nervioso al entrenador, confiado en que en este estadio todo es posible. Forma parte de la magia de este club. Y por eso el destino reservaba a Vinicius, que el lunes recogerá su primer Balón de Oro, el cuarto y el quinto tantos.

El primero lo metió entre mil piernas, después de irse de todo el mundo y sortear hasta al chuzo del sereno. Y el quinto, ya cuando el tiempo se agotaba, fue memorable. Cogió el balón en su propio campo, empezó a correr por la banda, los contrarios –cinco— se le iban quedando atrás y cuando le vino bien pegó un trallazo que acabó en las mallas del desesperado meta alemán. Aquello no era un equipo, era un vendaval.

Porque, previo al cuarto gol, Arda Güler, que había salido al campo por no sé quién, hizo un regate, para enmarcar, en el círculo central y eso propició el tanto del extremo brasileño, que recibió en trofeo al MVP del partido. Tres golitos más para su colección.

Si ustedes han entendido bien la crónica, o si yo me he expresado correctamente, el Real necesitó 31 minutos para levantar un 0-2 y para marcarle cinco goles a un excelente equipo, que en el primer tiempo había machacado al equipo vestido de blanco. Así que ayer, el Real Madrid escribió otro capítulo en la épica del Bernabéu.

Al equipo de Florentino nunca se le acaba la cuerda. Cuando viaja con el pasaporte suizo, siempre fabrica un reloj perfecto, que marca la hora exacta del fútbol. Sólo necesita querer, porque a veces no quiere. Y entonces es cuando yo me pongo en modo avión. Otra vez este equipo es la admiración de Europa. Es su sino.

A. Hernández-Romero
A. Hernández-Romero
Bajo el seudónimo de A. Hernández-Romero escribe un colectivo de periodistas deportivos que colabora con este periódico.

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