Aunque el papa Francisco dejó claro que deseaba un funeral “de pastor y no de soberano”, lo que está por celebrarse en el Vaticano este sábado parece contradecir sus propias palabras. Alrededor de 160 delegaciones internacionales, entre ellas medio centenar de jefes de Estado y de Gobierno y diez monarcas, llegarán a la Plaza de San Pedro para participar en lo que más se asemeja a una cumbre geopolítica revestida de liturgia.
Las calles aledañas al Vaticano ya han sido cerradas al tráfico, y las fuerzas de seguridad han blindado Roma con un dispositivo propio de una visita papal… o de una reunión del G7. El funeral, que se celebrará mañana a las 10:00 en el atrio de la basílica de San Pedro, estará presidido por el cardenal Giovanni Battista Re, y contará con la presencia de símbolos tan venerados como la Salus Populi Romani. Pero también estarán presentes figuras de la política mundial, desde Donald Trump hasta Emmanuel Macron, pasando por Ursula von der Leyen, Lula da Silva o el secretario general de la ONU, António Guterres.
La disposición de los asistentes se regirá por un minucioso protocolo diplomático. Argentina, país natal del Papa, tendrá un lugar de honor. Al lado de sus representantes se ubicarán la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y el presidente Sergio Mattarella, que por su rango debe presidir la delegación italiana. También estarán presentes los reyes de España, Felipe VI y Letizia, junto con otros monarcas europeos. Sin embargo, lo llamativo no es solo la presencia de la élite internacional, sino el mensaje implícito que transmite esta coreografía de poder: la muerte del papa se convierte en una oportunidad para proyectar influencia.
Algunos líderes, como Trump, han sugerido incluso la posibilidad de encuentros informales al margen del acto. Otros, como Von der Leyen o Macron, aseguran que acudirán en “espíritu de recogimiento”, sin agendas paralelas. Aun así, en un contexto internacional crispado —con la guerra en Ucrania como telón de fondo y negociaciones de paz congeladas—, la mera cercanía entre ciertas figuras tendrá inevitablemente una lectura política. Zelenski no había confirmado su asistencia.
Mientras tanto, se espera que cerca de 200.000 personas intenten despedirse del Pontífice en las inmediaciones del Vaticano. Solo una fracción podrá entrar en la plaza. El resto lo hará a través de pantallas gigantes, como si de un evento masivo se tratara. Al término de la misa, el cuerpo de Francisco será trasladado en procesión hasta la basílica de Santa María la Mayor, en un recorrido público que culminará en un entierro privado.
Francisco quiso un funeral sencillo, pero recibirá una despedida marcada por el boato, los intereses cruzados y el simbolismo geopolítico. Una última paradoja en el pontificado del que fue, para muchos, un líder espiritual incómodo para los poderosos… y que ahora serán precisamente quienes lo acompañen hasta su tumba.