
La jueza Biedma, creo que de Badajoz, quiere saber, y me parece bien, si el palacete de la localidad portuguesa de Elvas fue adquirido por el Sanchito chico, que para disimular se llama Azagra, hermano del sátrapa de La Moncloa, con el dinero de una subvención oficial concedida a la empresa de sus padres.
Yo no lo afirmo ni lo niego, porque no lo sé; sólo digo que Sanchito compró el palacio, que protestó porque una residencia de ancianos aledaña desprendía mal olor, que el palacete tiene 528 metros cuadrados de superficie, cuatro cocinas, siete dormitorios, cuatro salones, varios recibidores y no sé cuántos baños. Y que fue construido sobre las ruinas de un castillo medieval. Que fue también la excusa perfecta para decirle a Hacienda que él era residente en Portugal –cuando vivía en Badajoz– y así ahorrarse unos denarios, residiendo de baracalofi en el piso de un amigo senador. Y que tanto los inspectores como la jueza andan, como es su obligación, detrás de la verdad.
Vamos, que el palacete del Sanchito chico, el presunto director de orquesta, amigo que fue de Jerónimo Saavedra, es casi más grande que Villa Meona, la casa de Boyer (sociata) y de la Preysler (conservadora), que tenía hasta calefacción en la caseta del perro y docenas de cuartos de baño, para que los señores y sus invitados tuvieran siempre a mano un cuarto de alivio; un aliviadero, vamos. También está constatado que la empresa de sus padres recibió dinero público y todo eso está siendo investigado por la UCO, tras la denuncia correspondiente que los Sánchez y su panda socialistoide achacará a la extrema derecha, también llamada fachosfera. Oiga, un respetito. Y ahí anda el personal investigando las cuentas de los Sánchez, sus activos, sus pasivos, sus presentaciones de libros y toda la basca esa que a mí ya me da igual, en mi caso, porque hace más de una década que no me dedico a esas mierdas de empresas que lo que traen son complicaciones.

Y en esto estamos cuando un amigo que va frecuentemente de este Puerto a Santa Cruz me advierte que no se me ocurra salir a la carretera, y menos a las autopistas, porque son un verdadero tormento chino: accidentes, parones, Guardia Civil de Tráfico. Yo no voy a ninguna parte porque la perrita se me pone nerviosa con tanto frena y arranca y ni siquiera iré, hasta enero, a Los Limoneros, porque tengo el trabajo hecho. Anoche, como yo había augurado aquí mismo, siguió nevando, el parador de Las Cañadas está precioso y me imagino que despachando pucheros a diestro y siniestro porque no hay nada más sabroso que comerse el puchero, escaldón incluido, en el Teide. Así que con el puchero me despido, hasta mañana. ¿Dónde celebrarán Sánchez, Sanchito, Begoña y toda esa gente la Navidad? No sé si ellos creen en estas fiestas, ni me importa. Pero si no creen en ellas, que se pongan a trabajar, que para eso cobran y, por lo que se sospecha, mucho.