Desde la Isla del Meridiano el final de agosto se vive distinto; no sé si son sus gentes, su tierra o su mar en calma los que hacen que hasta la presión se me baje; porque aquí todo transcurre con normalidad y sin alterar la vida diaria de los vecinos y de los que alternamos trabajo con turismo como uno más.
No he ido a La Restinga, porque yo no tengo el carácter de los herreños, quiénes aceptan con total normalidad el anuncio de las pateras día sí, y día también; no se alarman, ni lo viven como el drama humanitario que es, quizás porque saben que de aquí van a Tenerife, y de Tenerife, ya se verá a dónde van a parar.
Igual lo está viviendo nuestro presidente desde Andorra, alojado en un gran hotel y acompañado de sus escoltas hasta para montar en bicicleta, sonriendo a la cámara, y con sus aires de madrileño chulapo, diciendo que está disfrutando de sus últimos días de vacaciones; él también vive con calma lo que pasa en el Isla del Meridiano, en Canarias en general, y en Ceuta y Melilla, y en Mallorca, y en Andalucía, y en toda España.
A otros, como el líder de la oposición, la obsesión por la vacuna ha hecho que nada le preocupe más que incluir en el calendario para niños la vacuna del covid, a pesar de que ya se sabe lo que está ocurriendo, aunque sólo unos pocos conspiranoicos nos atrevemos a decirlo en voz alta; no le preocupa tampoco lo que pasa en la Isla del Meridiano. Su obsesión tiránica por imponer a los demás su voluntad, a sabiendas de ser un pelele más, no le da para otro telediario.
A Europa, como tal, no le preocupa lo que pasa en la Isla del Meridiano, ellos ya tienen sus propios cupos de inmigración y saben que igualmente le van a llegar otros pocos, por eso la presidenta de la Comisión Europea apoya que el madrileño chulapo por un lado pida mano de obra y ofrezca 250.000 puestos de trabajo (hay que puntualizar que muchos españoles han cogido ya un vuelo a Mauritania para ver si son los agraciados y regresan a España con trabajo), y por otro anuncie mano dura con las devoluciones.
Mientras en España, ha sido un mes de agosto como otro cualquiera, nos hemos ido de vacaciones y hemos vuelto, igual de pobres e igual de ignorantes, sabiendo que la mitad de los mayores de edad españoles ya dependemos de una ayuda, una pensión o un empleo público para vivir y que nuestro tejido empresarial cada vez es más débil; nuestros valores son devastados y pisoteados por otros más modernos y fuera de todo sentido común; porque si intentas luchar contra el conformismo tóxico que hoy nos invade eres negacionista, conspiranoico, rebelde y hasta loco.
Y es a estos últimos a los que el Estado, a través de sus leyes dictatoriales y de la época más profunda del comunismo, a los que va a intentar callar, eligiendo hasta quiénes pueden entrar en una rueda de prensa y dictando lo que tienen que escribir y lo que tienen que pensar. Porque en la Isla del Meridiano, lejos de la bulla y de los vociferos del sistema, me queda meridianamente claro que hay que seguir luchando y viviendo con sentido común, con discernimiento y con consciencia; más que nunca.