Está claro que la diferencia entre estar vivo y estar muerto es una cuestión de suerte y a veces de centímetros. Ayer, cuando Juan Inurria, letrado y amigo de quien esto escribe, y el doctor Manuel Baro, se dirigían a comer a un restaurante de los alrededores cayó un enorme árbol en la carretera del Boquerón, que les obligó a frenar bruscamente el coche. No sufrieron daños, pero el árbol era tan grande que bloqueó dos carreteras, la del Boquerón y la general del norte. Tuvieron la sangre fría de salir del coche y de grabar un video para dejar testimonio del peligro que corrieron. Dieron la vuelta y se fueron tranquilamente a comer a donde tenían previsto, sin más, utilizando otra ruta. Claro, no se les pudo cortar la digestión porque no había almorzado, pero el desayuno seguro que sí. Ni Inurria, ni Baro, ni el coche sufrieron daño alguno y eso que Inurria se recupera todavía de un golpe que le dieron en la carretera y que le tiene un dedo maltrecho, por lo que ha de hacer todavía recuperación. Esta vez no pasó nada, menos mal, pero casi no lo cuentan. Yo ya no me subo a un coche con Juan Inurria, porque me da que atrae el peligro, que es medio gafe, o gafe entero. Bueno, como nacieron ayer otra vez, espero que ambos inviten a algo un día de estos, aprovechando que es agosto y que hay aire acondicionado en muchos y buenos establecimientos de este norte, porque yo a Santa Cruz no viajo.
Otra cosa, cambiando de asunto, me escribe un lector para decirme que no se cree que yo haya visto a José Feliciano, que es ciego, conduciendo por Nueva York. Mire, señor, yo no suelo mentir. Tengo como testigo a mi amigo el fotoperiodista Félix Lam, que por cierto llega el día 10 de septiembre a Tenerife, invitado por un servidor, con su esposa, Mabel. Félix le hizo una foto a Feliciano, conduciendo un Mercedes, por fuera del restaurante del difunto Tito Puente, justamente en la fiesta de inauguración, a la que estábamos ambos invitados. Félix ha estado buscando la foto en su archivo, pero no aparecía y, de pronto, yo recordé que la habíamos publicado en la fenecida revista El Burgado. Y aquí la tienen.
Han pasado los años, el aspecto de Feliciano ha cambiado, pero les juro que es él y que estaba conduciendo. Esta es la prueba. Menos mal que, como a Inurria y a Baro, al cantante no se les caen los árboles delante de su coche. Yo, de lo que le ocurrió a estos dos en El Boquerón lo más que me asombra es que tuvieron la santa serenidad de salir del coche y de hacer un video del suceso. Me recuerda una anécdota del fotógrafo del Diario de Avisos, Lucio Llamas, que hoy tiene mi edad, 77 años, y que ha colgado las cámaras. Por cierto, vive, como yo, en “el” Puerto de la Cruz (y no “en” Puerto de la Cruz, como dicen los cursis y los analfabetos). Lucio, cargado, se metió una vez por una tienda, en la calle Suárez Guerra de Santa Cruz, pero con el coche. No pasó nada, sólo se produjeron daños materiales. Se bajó del coche, sacó la cámara y se hizo una foto junto al coche accidentado, conducido por él mismo, foto que al día siguiente publiqué en el periódico citado, dando cuenta de la historia. A eso se le llama ser un profesional. Ramitos, que era fotógrafo de El Día, tuvo otra. Estaba en el estadio Heliodoro Rodríguez López cuando se produjo una protesta masiva, unánime, contra el presidente Pepe López, paz descanse. El estadio era una sábana blanca, impresionante. Ramitos, en vez de hacer la foto deportiva del siglo en Tenerife, dejó la máquina en el suelo y sacó también su pañuelo. Eso fue antes de ser embestido por un toro, que saltó al callejón en la plaza de Santa Cruz de Tenerife. Casi nunca tenía carrete en la cámara, pero allí estaba siempre. Donde se produjera un suceso.
Dicen que siete vidas tiene un gato, y quizás no sea cuestión de gafe, sin simplemente, que al igual que “Cheo Feliciano”, algunos amigos como Inurria, “pasan la vida pensando”!!