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La reforma educativa más polémica del momento está a punto de materializarse: el Ejecutivo planea, este martes, aprobar un real decreto que estrecha las condiciones para abrir y mantener universidades privadas en España. Una jugada que muchos sectores leen como un intento de frenar lo que el Gobierno denomina “proliferación indiscriminada” de centros con nombre universitario pero sin sustancia académica.
Según el borrador que circula entre despachos ministeriales, los nuevos requisitos incluirán la exigencia de 4.500 estudiantes en los primeros años, un informe vinculante elaborado por la ANECA (o su equivalente autonómico), aval económico y mayor compromiso investigador. Aquellas entidades que no cumplan podrían enfrentarse al cierre, o a una revisión radical de su autorización. Este cambio normativo va más allá de una reforma: introduce el mando central sobre decisiones que hasta ahora tenían carácter autonómico y universitario.
No faltan voces que alertan de un choque de competencias. Comunidades autónomas del PP han calificado el decreto como un ataque al derecho regional para regular su enseñanza superior. Algunos rectores y asociaciones privadas ven el proyecto como un intento de recortar libertades en nombre de la “calidad”.
Pero desde el Gobierno insisten: no se trata de arrancar lo privado, sino de separar lo serio de lo mercantil. “El decreto no limita la universidad privada, la regula”, dicen desde el Ministerio. En el fondo, no es una guerra ideológica abierta, sino una apuesta por que universidades sean “buenas o malas”, no meros logos en catálogos.
Canarias —donde la universidad pública y privada conviven en un delicado equilibrio territorial— no puede ignorar esta reforma. Si las reglas del juego cambian, centros con poca matrícula podrían verse condenados a muerte lenta. El decreto apela a la excelencia; lo que no admite es que el mapa universitario quede lleno de interlocutores de cartón. Y si aquello que se llama universidad no tiene altura, será el Estado —y no las marketinas— quien le ponga el cascabel al gato.