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martes, enero 21, 2025

El espejismo del consumismo navideño

Más allá de los aspectos sociales y los buenos deseos, la Navidad se ha convertido en una fiesta caracterizada por la hiperactividad del consumo. Las luces, los villancicos y los regalos son solo una parte de una ceremonia que nos hace creer que así deben ser las “celebraciones”. Según el último informe del Observatorio del Consumo, los hogares españoles consumen un 20% más en Navidad que en el resto del año. Una presión, alimentada por la idealización de nuestras costumbres, que se ha convertido en una forma de vender “más”.

Por supuesto, esta no es una dinámica casual: el consumismo es consecuencia de esfuerzos de mercado que han convertido la Navidad en una temporada de “regalos irrechazables” y “compras obligatorias”. La publicidad apela a la nostalgia y al “miedo” a fallar en los regalos. A su vez, plataformas como Amazon y eventos como el Black Friday aseguran que el consumo comience antes del mes de diciembre. En este sentido, consumir no es solo un acto de generosidad, sino también una muestra de estatus.

Por otro lado, la situación también expone grandes desigualdades. Mientras algunos pueden pagar una cena cara y regalos finos, para otros la Navidad significa endeudarse. Según el Banco de España, el nivel de endeudamiento de los hogares aumenta considerablemente durante estas fechas, especialmente en familias con ingresos medios y bajos. Se trata de la locura consumista navideña, un periodo en el que la publicidad es más omnipresente, refinada e implacable.

Las ferias de productos locales y las campañas que incitan a la conciencia en el consumo son solo algunos de los intentos del Gobierno y las organizaciones sociales de poner un alto a todo esto, pero en la práctica son esfuerzos que se ven superados por el constante bombardeo publicitario. En la era digital, los algoritmos conocen nuestras preferencias mejor que nosotros mismos, y cada clic se convierte en una tentación para gastar.

Pero, además, no debemos olvidar el considerable impacto ambiental que el consumismo navideño supone. Cada vez más residuos plásticos, alimentos desperdiciados y el derroche de energía empleado en iluminar calles y viviendas. Según Greenpeace, la huella de carbono asociada a esta época del año se incrementa en un 30%, una cifra insostenible en un mundo que ya enfrenta una crisis climática.

En el plano personal, el consumismo desmesurado también afecta nuestra salud mental. La obligación de cumplir con expectativas ajenas y la presión por alcanzar un “ideal navideño” generan ansiedad y frustración. ¿Cuántos de nosotros hemos comprado regalos que no podíamos permitirnos o preparado cenas que nos dejaron más agotados que satisfechos? Estas conductas no solo perjudican nuestro bienestar, sino que también desvirtúan el verdadero significado de estas fiestas.

La Navidad no es, ni debería ser, una carrera por llenar carros de compra. Debe ser un momento para reflexionar sobre el consumo y la vida que deseamos compartir. Si seguimos permitiendo que el consumismo dicte nuestras fiestas, el riesgo no es solo que olvidemos el espíritu navideño, sino que perpetuemos un modelo insostenible para nosotros y para el planeta. Es hora de recuperar la Navidad como un momento para compartir, no para consumir.

Gabriel Suárez
Gabriel Suárez
Colaborador de elburgado.com

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