La visita del presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, a Orihuela (Alicante) se ha visto empañada por un clima de fuerte tensión y enfrentamientos entre manifestantes y simpatizantes del dirigente. Lo que comenzó como una protesta por su gestión tras la DANA acabó derivando en un cruce de insultos y agresiones entre detractores y seguidores, evidenciando una crispación social que va más allá de este episodio concreto.
Un grupo de manifestantes se concentró a las puertas de un bar donde se encontraba Mazón, lanzando gritos como «asesino» y «Mazón al paredón», en clara referencia a su gestión de las inundaciones que asolaron la comarca. El clima se fue caldeando hasta que, horas después, en las inmediaciones del Auditorio La Lonja, se produjo un enfrentamiento físico entre manifestantes y simpatizantes del PP, evidenciando el alto grado de polarización que vive la comunidad.
Un debate politizado
Lejos de apaciguar los ánimos, la situación ha sido instrumentalizada por distintos actores políticos. Desde el PSPV y Compromís han compartido vídeos de la protesta en redes sociales, asegurando que reflejan el hartazgo ciudadano por «las mentiras» del presidente y recordando las víctimas de la DANA. Joan Baldoví, de Compromís, ha criticado la actitud de Mazón, asegurando que «no puede reírse de las víctimas en Les Corts y esperar un recibimiento cálido dos días después». Mientras tanto, desde el Partido Popular se ha insistido en que estas protestas responden a una estrategia de «manipulación política».
Más allá de la protesta por la DANA, la visita de Mazón también estaba enmarcada en la presentación de la nueva Ley de Libertad Educativa y en la transformación del IES El Palmeral en un centro de formación profesional (CIFP). Esta decisión ha generado gran malestar en la comunidad educativa, que denuncia la falta de transparencia y planificación en el proceso. Según la Plataforma de Afectados, los 400 estudiantes de ESO y Bachillerato del centro serán reubicados en otros institutos ya saturados, lo que consideran un «parche» en lugar de una solución real.
El episodio de Orihuela no es un hecho aislado, sino un reflejo de la creciente división política y del malestar acumulado en distintos sectores de la sociedad. La gestión de crisis como la DANA, sumada a reformas educativas impopulares, están alimentando un ambiente de confrontación en el que las protestas se tornan cada vez más agresivas y los debates políticos se convierten en armas arrojadizas. Mientras las acusaciones cruzadas continúan, el desafío para la Generalitat sigue siendo el mismo: recuperar la confianza de una ciudadanía cada vez más desencantada.