
Bueno, empiezo. El cura empresario padre Ángel (saca perras de todos lados), con su estola roja porque la lleva hasta en verano y en verano no se pone uno bufanda, asistió al congreso del PSOE. Es decir, que al cura le gusta Pedro Sánchez, que cada uno tiene los gustos que quiere. Yo nunca he creído mucho en este personaje con estola roja, pero es raro ver a un cura en un congreso de un partido político cualquiera. Es como si el papa Francisco coge y va al congreso del PC. El cura estaba ahí de lo más feliz, aplaudiendo que daba gusto y para un partido que le tiene ganas a la Iglesia Católica, de la que es miembro el cura Ángel, no está nada mal la ocurrencia. Seguro que el papa ni se inmuta, porque este papa hace tiempo que perdió autoridad sobre su Iglesia, hoy en día en el alambre. No había visto yo cosa igual, aunque en España siempre han existido curas trabucaires, al estilo del fraile barrigón de Robin Hood. Yo conocí a un cura en el diario Pueblo, el padre Aradillas, que de cura tenía lo que yo de cardenal. Y a otro en La Tarde, el padre Sierra, que era un fraile panzón y pasota, que te bendecía el bolsillo con una pasmosa facilidad. Otros curas trabucaires surgieron en la Transición, cuyos nombres lamento haber olvidado. Pero no sabía yo que don Ángel era palmero del PSOE, además de eclesiástico, ni que su ideología le llevara tan lejos. Él pensará, quizá, que mejor ser del PSOE que del PP y eso no se lo discuto, pero, hombre, ir a un congreso, si no es a confesar a la gente, o a bendecir los panes, los peces y los sobres de Aldama, pues no sé qué coño pintaba allí.

Y ahora voy con William Levy, que se encontró con una de mis hijas en el Mencey y se interesó por Mini, mi perrita, con la que se fotografió William hace un par de semanas en Los Limoneros. Se lo agradezco mucho al actor cubano, protagonista de “Café con aroma de mujer”. Se acordó de Mini, que ahora está sufriendo la pobre a causa de una pancreatitis, que espero supere. He estado toda la semana pasada dedicado a ella y a mis divertículos, que acabarán matándome. En fin, que mi hija concertó una entrevista con William Levy para el Diario de Avisos, a ver si da tiempo de hacérsela antes del día 18, porque ya se va de la isla, después de seis meses rodando una serie. Humilde el actor cubano: “¿Y qué le voy a contar yo a tu padre?”. No te preocupes, William, que siempre hay cosas que sacar de la mochila.

Ayer celebró su cumpleaños el letrado y amigo Juan Inurria, miembro del consejo de este periódico. Lo celebró en el Real Casino de Tenerife, ante una concurrencia limitada y selecta. No admitía acompañantes, la invitación era nominal. No me llamó por la noche, pero me dijeron que lo colmaron de regalos, de lo cual me alegro. Yo le tengo el mío, claro, creo que le debo dos. Estaban Inurria, su hijo, Inurria junior, y unos cuantos amigos leales. Inurria prohibió los añadidos (las parejas de los presentes), por motivos de economía. Yo no pude asistir por el doble motivo reseñado: mi perrita y mis divertículos. Inurria ya se ha trasladado a Santa Cruz, porque no aguanta el coñazo de ir todos los días a La Punta, donde había estirado el verano. Es que las carreteras son una tortura china y más ahora, en Navidades, en que la gente se vuelve loca con las compras y los black fridays, que no son fridays sino monday, tuesday, wenesday, thirhday y saturday. No sé si habré tenido algún fallo ortográfico, pero mi inglés no es el de Shakespeare, ya lo tengo olvidado. Al cumpleaños de Inurria asistió hasta la malhumorada Patricia, que no me habla, ya no acude ni a mis grabaciones de los viernes. O sea, que todo muy divertido. Pues felicidades a Juan, que estaba acompañado, ya digo, de su hijo Junior y de los amigos y el fiestón resultó muy aparente. Espero que el Casino, moderado en precios, dé una alegría a la familia Inurria, también moderada siempre en el gasto. Cuanto más moderada es la gente más dinero tiene. Y no como yo, que lo tiro todo. Me viene de familia por parte de padre porque mi madre era más agarrada que Inurria. Que ya es decir.
