
Hay que ver el tripaje que provocan los bocadillos de mortadela tradicionales de Coalición Canaria, repartidos entre la senectud a la que llevan y traen siempre en guaguas a las concentraciones electorales. Aunque las panzas de Barragán y compañía las achaco yo más a los atracones que se dan en los restaurantes de los alrededores del Parlamento, donde los diputados van a yantar en su modalidad severa, antes o después de las tediosas sesiones parlamentarias. Así que se quedan dormidos y a veces hasta roncan. Qué decir de los ayuntamientos, fuentes perpetuas de atragantaderas intestinales y no me olvido de Fitur, donde la concejalía municipal y carnívora en general se apiporra de viandas y llegan sus miembros aquí exhaustos, no del trabajo desarrollado, que es más bien poco, sino de las panzadas que se meten entre stand y stand y entre pecho y espalda. Y colorados como cochinos.

Ahora, a los asistentes al llamado Congreso Nacional de CC se les ve lozanos y barrigones, hinchadetes como boas que se han tragado un chancho negro recientemente. Las fotos son de lo más significativas, aunque, oiga, uno con las digestiones de los demás no debería meterse mucho, que bastante tiene servidor con las propias, que tampoco son moco de pavo. Pero la política y la gastronomía cada vez están más maridadas, con reducción de Pedro Ximénez, que es con lo que se marida casi todo en este país, porque bodas casi no hay. Cambio de tercio. Se estrenó en los Yelmo de Santa Cruz el mega reportaje de David Cánovas sobre Miguel Velázquez. Los divertículos malditos me impidieron ir, por el riesgo de provocar una catástrofe en el cine, pero me habría gustado. Sólo una pega, según testigos presenciales, que coinciden: le sobra metraje a la peli, pero está muy bien hecha, muy bien realizada, muy currada y tendrá éxito en las plataformas, de esto estoy completamente seguro.

El cine estaba lleno y había entre el público alguna vieja gloria del boxeo de las que casi ya no existen, porque ahora se boxea con los pies, sin guantes de seis onzas y vendajes duros, nada, un desastre. El boxeo llegó a ser más popular que el fútbol, en Canarias, allá por los setenta. Miguel Velázquez es una gloria nacional, tiene la Medalla de Oro de Canarias y fue campeón del mundo de los superligeros, campeón de Europa y campeón mundial militar. Hace poco tiempo que murió Muangsurín, el púgil tailandés que le dio y le quitó la corona a Miguel. Supongo que mi amigo Antonio Salgado habrá asistido al estreno, o más bien al pase de cortesía del filme, que será emitido en mayo por la Televisión Canaria y por un par de plataformas. Espero que Movistar lo compre, porque vale la pena, o quizá Netflix. Otras ya lo han adquirido.

Cambio de tema para dar una noticia triste. Murió Candelaria Álvarez Castro, Yaya, la popular esposa de una de las glorias del fútbol regional tinerfeño, Tito del Pino, número “10” eterno del C.D. Puerto Cruz. A Tito lo fichó el Cádiz, se fue en barco a la ciudad gaditana, firmó el contrato con el club, paseó por la ciudad y volvió por casualidad al muelle. Echaba tanto de menos La Ranilla en sólo unas horas fuera de ella que volvió a coger el barco que partía para Tenerife, el “Ciudad de Sevilla”, y regresó a la isla. Sólo volvió a viajar a la isla de La Palma, con el C.D. Puerto Cruz, que jugó con el Mensajero y con el Argual dos partidos amistosos. Yo fui a ese viaje, en el mítico DC-3 que operaba en el aeropuerto de Buenavista, cuya pista sigue ahí y también la vieja torre de control. Una vez, un ministro del Aire, pilotando un avión de hélice, aterrizó en Buenavista, con la tropa formada para rendirle honores, siguió la compañía la trayectoria del avión y el ministro no debió frenar a tiempo, eran tiempos de Franco, porque el aparato desapareció por un extremo de la pista y el viejo Junker cayó a un barranquillo cercano. No murió nadie, pero todos los pasajeros salieron a escape del avión, la tropa rompió filas y corrió a auxiliar al señor ministro y acompañantes.

Volviendo a Yaya, he dicho que era una mujer muy simpática, habladora y popular. Ella entregaba el trofeo al mejor jugador del Trofeo Teide, que lleva el nombre de su marido. El Trofeo Teide, que fue creado entre otros por mi padre, a la sazón presidente del C.D. Puerto Cruz, lleva ya 52 ediciones y sigue tan campante. Tienen aquí algunas fotos emotivas. Una portuense muy popular; y traslado mi pésame a sus hijos y a sus nietos. Tenía 83 años. Descanse en paz.