Me manda un amigo una foto de un milagro callejero. Un ciego, ciego del todo, de repente vio. La foto no tiene desperdicio. Hay mucha picaresca en todas partes del mundo. Parece que esta foto del ciego que vio viene de Israel, aunque yo no descarto que las cosas hayan ocurrido Nueva York, donde sucede de todo, las buenas y las malas noticias. Pero, desde luego, la fotografía es muy buena. A este paso, esta que leen se va a convertir en una sección de curiosidades y a mí lo que me gustan para Pipol son los chismes. Paso a otro tema.
El profesor Alarcó ya llegó a su destino en Brasil y ha tenido tiempo para fotografiarse con un grupo de alumnos –sobre todo alumnas— en la universidad donde imparte sus clases por unos días. Y una conferencia “magna”. Yo pensé que no llegaba a tiempo, en un viaje tan largo y con tanto enlace, pero ya ven que sí, con su bata blanca y su canesú. La resistencia de este hombre no tiene límites. Estará en Brasil hasta este fin de semana y luego para acá otra vez. No para el tío. Está jubilado, pero no para. Me recuerda a alguien.
Voy a recomendar a los viejos, para lo que queda del verano, es decir hasta mitad de septiembre, un libro escrito por otro viejo, periodista esta vez, que se llama J.M. Amilibia, de Bilbao él. El libro se llama “Arrugas Interiores” y, coño, me veo reflejado un poco en él. El subtítulo es “Una autoficción sobre el paso del tiempo y la necesidad de sonreír ante lo inevitable”. El tío da en el clavo y es un libro para viejos, o sea que a los jóvenes no les va a interesar un carajo. A los mayores de 70 años les va a empezar a interesar y a los mayores de 75 les va a interesar un montón. Yo lo he comprado en Agapea y me lo estoy zampando, ya casi lo he terminado. Vale la pena. No se lo pierdan, sólo los mayores de 75 años. Los demás, no lo compren. Y dice verdades como puños.