El Barcelona ridiculizó al Real Madrid en el Bernabéu (0-4), en un partido que huele a final de ciclo y demuestra que un entrenador es capaz de coger una cantera, añadirle cuatro veteranos, meterlos a todos en una coctelera y ganar a los que presumían de ser los mejores.
Hoy por hoy, el Barça es mucho mejor que el Real Madrid. De principio a fin. También huele a fin de ciclo del Real Madrid, que perdió a Toni Kroos y parece que lo perdió todo. El sábado fue un auténtico desastre, jugando sin portero y sin defensas, con un Bellingham errante y una falta de ideas preocupante que comienza a ser habitual y que ya se demostró ante el Lille y en la primera parte contra el Dortmund, en el Bernabéu. Nadie juega a nada. A veces ganan por la calidad individual, pero el equipo, la sensación de conjunto, se ha perdido.
El Barcelona, sin embargo, es un equipo que destartala al contrario, que marca una media de tres goles por partido, que desconcierta a sus rivales y que ha dejado el absurdo tiki-taka del pasado, que aburría a los muertos, para convertirse en vertical, capaz de meterle cuatro goles al Bayern Munich y otros cuatro al Real Madrid, en un plis/plas.
El fútbol no es cosa de muros en el centro del campo. El fútbol es inteligencia, saber tirar los fueras de juego, saber culminar las jugadas y tener la condición física suficiente para volar, como vuelan Raphinha, Lamine y hasta Lewandowski, con sus casi cuarenta años a cuestas. Ayer le marcó dos golazos a un desnortado Lunin, pero pudieron ser cuatro si hubiera tenido un poquito más de suerte. Porque al Madrid pudieron caerle seis. O siete.
Este ridículo mundial deja al Madrid vencido por k.o y al Barcelona, aunque parezca mentira, en la jornada 11, como el máximo candidato a ganar la Liga. Por juego y por huevos.
El Real Madrid fue una caricatura, perdón por el tópico, con Vinicius con la mente puesta en París, donde mañana recogerá su Balón de Oro, en una ceremonia oscurecida por el resultado, y el resto del equipo instalado en la insignificancia.
Mendy debe ser cedido urgentemente, por batata, y los dos centrales metidos en formol hasta nueva orden. No les sale una a los tíos, las segundas jugadas son siempre para los contrarios y la afición del equiopo de Florentino Pérez se está empezando a hartar de Ancelotti y de sus manías y de sus tácticas elementales. Le ha dado mucho al Madrid, pero se ha quedado viejo.
Raphinha y Lamine Yamal acabaron de machacar al Madrid con sus goles. Los cuatro eran parables, pero Lunin estaba en Ucrania, hablando con Zelenski, y Mbappé o tiene muy mala suerte, o está gafado, o está pasando por esa etapa negra que tienen todos los futbolistas: no marca sino en fuera de juego. O sea, cuando no vale. Ayer fueron dos veces.
El Real Madrid sufrió una humillación parecida a aquella que le hizo pasar el Alcorcón en la Copa del Rey. El Barcelona no es que juegue como los ángeles pero sí tiene una eficacia demoledora. O es un espejismo o ganará la Liga con cuatro o cinco chiquillos muy buenos y el complemento de otros cuatro o cinco veteranos, igualmente de gran calidad. Flick les cayó de pie. Al menos hasta nueva orden.
El Madrid lo que tiene que hacer es pedir perdón a la afición de todo el mundo que le sigue a todas partes. Conmigo que no cuente, porque me estoy hartando de todo este cuento. Que espabile o que se resigne a ser un segundón, porque el Barcelona es mucho mejor equipo que el que siempre está repitiendo que es el mejor del mundo. Del mundo de Yuppie.