El baboso de Almodóvar se ha deshecho en elogios sobre Pedro Sánchez, que lo fue a ver a San Sebastián con motivo de un premio. A mí las películas de Almodóvar no me gustan y hay dos que me dan asco: “Los amantes pasajeros” y otra autobiográfica, cuyo título no recuerdo. Esta última ni siquiera la pude terminar de ver. Sánchez se ha llevado a la Bego, de tiros largos, a San Sebastián, quizá para distraerla y para que no piense en lo que no tiene que pensar. Que tenga cuidado, porque Almodóvar ha llamado guapo a su marido, así que ojito, que esta gente es muy persistente. Una vez escribí sobre Almodóvar en un periódico y el personal se me echó encima y los homosexuales de España se pusieron en pie de guerra y pidieron mi cabeza y el artículo se retiró. Lo bueno que tiene escribir en un medio propio es que sabes que al día siguiente el artículo va a aparecer, sin corte alguno. Cuenta ayer Alfonso Ussía una anécdota sobre el piropo. Rafaelito Neville, hijo del gran dramaturgo Edgar Neville, era un maricón simpático malagueño, conocido en toda la ciudad, que se paseaba cada mañana por la calle Larios moviendo el culo y escuchando los piropos de los viandantes, y singularmente de los albañiles subidos a los andamios, que retocaban las fachadas de la popular vía. Pasó por allí Rafaelito, con sus glúteos al viento, y dos mamposteros le lanzaron el consabido: “¡Adiós, maricón!”. A lo que Rafaelito les contestó, volviéndose, con un mohín: “¡Adiós, arquitectos!”. Una vez más triunfó el ingenio sobre la mala baba y el piropo lo que consiguió fue aumentar la fama de zalamero y de gracioso de Rafael Neville, un personaje realmente inolvidable. Y no como el baboso de Almodóvar.
viernes, octubre 11, 2024