Fin de la trilogía dedicada a Géminis. He comenzado este artículo de opinión con una palabra que solía aparecer al término de las películas del Hollywood clásico. Por ello, si me lo permiten, cito también la palabra en inglés: The end. Por cierto, más adelante traeré a colación una entrañable película que se llama “Alguien voló sobre el nido del cuco” (1975). Pensé en rotular esta crónica final sobre Géminis de otra manera. Tengo que confesar que quería encabezar este breve viaje sobre la actualidad mundial con otro título: Alguien voló sobre el nido de géminis. Luego, desvelaré el motivo del cambio.
En el primer artículo publicado en El Burgado de la trilogía, Géminis te tienes que abstraer, recalcaba como tarde o temprano las burbujas de opinión y los censores se tropezarán con la credibilidad. Por su parte, en la segunda crónica que titulé como Más urbanidad y menos moralina, intentaba resucitar un término moribundo en la realidad actual. Aunque apenas ha transcurrido un mes desde aquellos artículos, la situación se ha agravado por momentos. Durante esta última semana, algunos de los detractores de Géminis, en vez de generar debate, ahora hacen gala de vandalismo y sabotajes. A Géminis y a sus pseudoadversarios, les recordaría el final de la mítica película “Casablanca” (1942): “Siempre nos quedará París”.
Pues bien, por aquí y por allá, se nos dice constantemente que nos encontramos ante un nuevo orden mundial. Al parecer, las alianzas tradicionales se diluyen. Ahora más bien, se utilizan continuamente rodeos y ambigüedades. Algunos califican a este estado mental del mundo como la vuelta a la inefabilidad del ser. Al margen de apuntes filosóficos, recuerdo hace muchos años que, cuando el Real Madrid de baloncesto iba a jugar a Grecia, un conocido locutor de radio decía que a la cancha de juego le habían puesto eufemísticamente el nombre de “Estadio de la Paz y de la Amistad.” O, dicho de otra manera, el ambiente que podías encontrar allí era al revés del pepino.
Volviendo a la película “Alguien voló el sobre el nido del cuco”, su director muestra una gran foto fija de lo cruel que pueden ser algunos seres humanos. Los cucos son parásitos de puesta que no cuidan a sus polluelos al nacer. En internet puedes encontrar como un cuco es criado por un carricero común. Efectivamente, menuda cara hay que tener para hacer algo así. En la película que he traído a colación, realmente no verás ningún cuco. Sin embargo, algún personaje del filme se comporta como tal. No resulta fácil detectarle ya que está envuelto en la simbología del lenguaje y de la honorabilidad.
Si en la naturaleza tienes que ver desde el cielo un nido de cuco para darte cuenta cómo actúa un genuino parásito, en las relaciones sociales entre humanos un billete de avión de ida y vuelta es insuficiente para saber qué quieren de ti y cómo se aprovecharán. No te puedes dejar llevar por las férreas palabras. De lo contrario, terminará siendo un esclavo en todos los sentidos y te sacarán tanto la leche como la nata. “Alguien voló sobre el nido del cuco” es un relato magistral de esas personas inconformistas que pugnan por la dignidad y la libertad.
El director de “Alguien sobre el nido del cuco”, Milos Forman, nació en la República Checa en el año 1932. Había inyectado de alguna manera en el ambiente de la película sus propias vivencias. Padeció el nazismo y el estalinismo antes de emigrar a Estados Unidos. Justamente en este país, tras una serie de vicisitudes, llega a un acuerdo con los productores Saul Zaentz y Michael Douglas para dirigir esta película que finalmente se convertiría en un clásico. Ganó las cinco categorías más importantes de los premios Oscar: mejor director, mejor guion, mejor actriz, mejor actor y mejor película.
Los europeos tenemos que reivindicar a Milos Forman, un cineasta nacido en Europa, que aunó sus esfuerzos con el Hollywood clásico para denunciar los totalitarismos. Esa sensibilidad europea y energía norteamericana ahora más que nunca nos deben servir de punto de inspiración. Por eso, para referirme a Géminis y sus hinchas, he preferido titular esta crónica con el nombre más bien de una película de serie B: Draculín y Draculesa, la pareja vampiresa. Intentemos volar sobre el nido del cuco y veremos a los vampiros del siglo XXI.
Muy bueno Jaime.
Muy bueno Jaime! Te seguimos de España y Argentina