Dos veces he estado en el fuerte de El Álamo, en San Antonio de Texas, imaginándome cómo varias familias canarias, luchando con soldados y paisanos tejanos refugiados en la antigua misión española, se enfrentaron a las tropas mexicanas del general Antonio López de Santa Anna y Pérez de Lebrón.
Protagonizaron, desde el 23 de febrero de 1836, día en que comenzó el cerco, hasta el 6 de marzo siguiente, en que se libró la batalla final, una de las gestas más importantes de la historia norteamericana.
Santa Anna fue derrotado por el general Sam Houston, en la batalla de San Jacinto, unos días después, vengando a sus compatriotas tejanos, matando a 630 mejicanos, capturando a 730 y provocando 208 heridos. Las fuerzas de Houston salieron bien paradas: 9 muertos y una treintena de heridos. Santa Anna fue hecho prisionero y liberado más tarde por Houston, pero enviado a México y provocando con su derrota y huida que Texas fuera para siempre territorio norteamericano.
En San Antonio, a la antigua Main Place se le puso el nombre de Islas Canarias. Era el reconocimiento último a la gesta de El Álamo. Porque las familias enviadas a América por el rey de España para poblar territorios fundaron San Antonio, después de luchar contra los indios y pasar mil calamidades. Se llevaron una piedra de moler para hacer gofio, que se conserva en El Álamo. Esta historia heroica, que merece ser reeditada, la ha escrito con minuciosidad el investigador grancanario Armando Curbelo, que ha publicado varios libros sobre el papel de los canarios en América. Los herederos de esas familias lucharon en la antigua misión frente a Santa Anna. Y murieron allí.
Ya digo que he estado dos veces en San Antonio de Texas, ciudad que fundaron esas familias canarias, llegadas en carretas tiradas por bueyes. La primera vez que visité la ciudad, en la noche de los tiempos, fue con mi amigo Francisco Hernández, “el Pichote”. Nos corrimos una buena juerga entre México y el sur de los Estados Unidos. La segunda vez, con Adán Martín, Víctor Duboy, Paco Padrón, Jorge Martínez y Javier Zerolo. Fuimos a preparar un viaje oficial de hermanamiento con San Antonio. De los cinco, dos han muerto, Adán Martín y Jorge Martínez.
En esos viajes visité y observé minuciosamente el contenido del museo de El Álamo, cuya historia me ha cautivado siempre. Era bonito ver cómo los canarios, nuestros antepasados, lucharon contra Santa Anna junto a los míticos coroneles William Barrett Travis, Jim Bowie y David Crockett, todos los cuales fallecieron durante el asedio, de una forma heroica. Frente a El Álamo había, y supongo que sigue existiendo, una tienda de armas en donde podías comprar piezas antiguas y modernas, incluso algunas escopetas y revólveres históricos.
Se trata esta de una gesta de los canarios no demasiado contada. Se echa de menos una reedición de la obra de Curbelo, cuya primera entrega tengo en mi biblioteca, pero perdida. Ya la encontraré. Armando Curbelo era condiscípulo y amigo de Vicente Álvarez Pedreira, el recordado abogado y político tinerfeño fallecido hace unos años, del que fui tan amigo.