Un poderoso terremoto de magnitud 7.7, seguido de una réplica de 6.4, golpeó el centro de Myanmar, cerca de Mandalay, y desencadenó una ola de destrucción que se extendió hasta Tailandia, dejando un saldo preliminar de decenas de muertos, cientos de heridos y miles de personas afectadas. El epicentro, ubicado a solo 10 kilómetros de profundidad según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), se situó a 17 kilómetros al noroeste de Mandalay, la segunda ciudad más grande de Myanmar, amplificando el impacto en una región ya vulnerable por su infraestructura precaria y su historia sísmica.
En Bangkok, a más de 1,000 kilómetros del epicentro, las autoridades reportaron al menos nueve fallecidos y decenas de heridos tras el colapso de un rascacielos de 30 pisos en construcción en el distrito de Chatuchak, destinado a ser la nueva sede de la Oficina Estatal de Auditoría de Tailandia. Equipos de rescate trabajan contrarreloj para liberar a 81 trabajadores atrapados bajo los escombros. La capital fue declarada zona de desastre, con suspensiones del metro BTS y cierres comerciales, mientras los habitantes evacuaban edificios en pánico y el agua se desbordaba de piscinas en torres residenciales.
En Myanmar, el régimen militar informó de al menos 144 muertos y 732 heridos, aunque las cifras podrían aumentar a medida que se evalúe el daño en áreas remotas. En Mandalay, edificios, pagodas y parte del antiguo palacio real sufrieron graves daños, mientras que en Naypyitaw, la capital administrativa, un hospital se convirtió en una «zona de bajas masivas». Videos en redes sociales muestran carreteras agrietadas, puentes colapsados como uno de 90 años en la región de Sagaing, y templos históricos reducidos a escombros. La junta militar, en un gesto inusual, solicitó ayuda humanitaria internacional ante la magnitud de la crisis.
El sismo, que se sintió en países vecinos como China, Vietnam, Laos e India, ocurrió a las 12:50 hora local en Myanmar (13:20 en Tailandia). Expertos atribuyen su intensidad a la actividad de la falla de Sagaing, que atraviesa Myanmar de norte a sur, y a las condiciones de sequía que han debilitado el terreno. Aunque no se emitió alerta de tsunami, las autoridades advierten sobre posibles réplicas, como la de magnitud 6.4 registrada minutos después del evento principal.
La comunidad internacional ha reaccionado con rapidez. El primer ministro indio, Narendra Modi, ofreció asistencia, mientras que la jefa de la UE, Ursula von der Leyen, expresó su solidaridad. Sin embargo, la guerra civil en Myanmar y su historial de restringir ayuda a zonas rebeldes complican las labores de socorro. En Tailandia, la Bolsa de Valores suspendió operaciones, y el turismo, vital para la economía, enfrenta un nuevo revés tras años de recuperación pospandemia.
Este terremoto, el más fuerte en Myanmar en un siglo y el de mayor magnitud global desde 2023, pone de manifiesto la vulnerabilidad de la región ante desastres naturales, agravada por la urbanización descontrolada y la falta de construcciones sismoresistentes. Mientras las labores de rescate y evaluación continúan, el saldo humano y material sigue siendo incierto, pero la tragedia ya ha marcado un capítulo sombrío en la historia de ambos países.
