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miércoles, 18 junio,2025

Del pendrive de Leire Díez a las cloacas del incorregible

“Los audios, carpetas y promesas de Leire Díez no son un episodio marginal, sino un retrato de época: cuando el poder deja de respetar la ley, se ampara en el algoritmo ideológico para justificarlo todo. Lean y opinen”.

El saber no ocupa lugar y a modo de introducción a mi columna les voy a contar que Sócrates, que no tenía Twitter, ni cargo público, ni comité federal, preguntaba cosas tan inconvenientes que acabó tomando la cicuta. Una de sus maldades filosóficas fue preguntarse si acaso no existen seres viciosos, no por accidente, sino por naturaleza. Es decir: gente a la que no se le puede educar, reformar, ni siquiera ilusionar con un plan de igualdad o una charla TEDx sobre liderazgo resiliente.

Esta idea, que escandalizaría a pedagogos, coaches y eurodiputados en campaña, no solo no es absurda: es de una sensatez brutal. ¿No convivimos a diario con individuos que parecen hechos de una pasta impermeable a la decencia, la autocrítica y el pudor? ¿No hay biografías públicas que prueban que el alma, lejos de ser perfectible, se convierte en cáscara rígida en cuanto huele el poder o la subvención?

En España, si uno se comporta como un vulgar delincuente, se le exige responsabilidad penal. Ya lo dejo dicho un antiguo presidente del CGPJ, Lesmes: España es un país donde se le aplica la ley al  robagallinas. Pero si delinques y  lo haces en nombre del progresismo, es posible que acabe con escaño, pensión, y una entrevista apoteósica en una radio pública. El caso Leire Díez no es solo un sainete con tintes de vodevil institucional, es la demostración empírica de que cuando se abraza el algoritmo ideológico adecuado, los principios no son más que papel reciclado y el resto…ya saben, es ultraderecha.

La ya exmilitante del PSOE no ha sido expulsada del partido, sino invitada a solicitar su baja. Se fue voluntariamente. Sin expulsión. Como le quieren hacer a Gustavo Matos. Antes, eso sí, entregó un pendrive de 224 gigas con 51 carpetas cargadas de nombres, documentos, audios y presuntas pruebas obtenidas en el ejercicio de un “periodismo de investigación” de andar por casa y con final de serie B.

A cambio de favores judiciales, Leire,  se habría ofrecido –presuntamente– a conseguir información comprometida sobre jueces, fiscales y hasta periodistas. A los que investigan al Gobierno. Qué coincidencia en su investigación periodística. Eso me recuerda a aquel caso en que el autor de un apuñalamiento dijo en sala: “Yo no le apuñale, señoría, la víctima se arrojó hacia mi cuchillo”. Que es distinto. Aquí lo que cuenta es la intención y no la acción.

Durante días, el sanchismo custodió el dispositivo como si fuera un secreto de Estado, hasta que, con calculado desinterés, lo entregó a la Fiscalía General del Estado «sin abrir». Como quien deja en objetos perdidos una cartucho de dinamita marca ACME, con la mecha encendida. En esas carpetas  dicen que aparecen nombres propios —Grinda, Luzón, Peinado, Palacios—, causas judiciales en curso, informes sobre Pegasus, Aznalcóllar y hasta relatos titulados “Cloacas del Estado”. Que era el titulo de un capitulo de su investigación.  Algunos ficheros fueron creados por JP, presuntamente Javier Pérez Dolset, empresario con pasado judicial rarito y espeso, vínculo ruso-holandés, y con no poca animadversión hacia ciertos fiscales que son menos dependientes.

Pero lo importante no es solo el contenido del pendrive, sino el contexto: Leire, acompañada de empresarios investigados, ofreciéndose como intermediaria para manipular procesos judiciales, frenar investigaciones sobre la esposa del presidente del Gobierno, y entregar a la cúpula del sanchismo información con la que neutralizar a la UCO. ¿Alguien recuerda una cosa así desde Filesa? ¿Desde el GAL? ¿Desde Villarejo?

Se ha querido reducir el escándalo a un caso de fontanería institucional. ¡No exagere usted! Es solo una exmilitante. Un “elemento desviado”, como si la cúpula del partido no hubiera recibido, valorado y escondido el material durante días. Como si la manipulación de la justicia fuera una anécdota, no una amenaza al Estado de Derecho como ha dejado escrito en un libro que estoy leyendo de Marchena.

Y, sin embargo, el único reproche público ha sido contra quienes lo han contado. Desde Ferraz se anuncian querellas no contra Leire, sino contra quienes osen “deslegitimar gobiernos legítimos progresistas”. Que despropósito. Hasta donde hemos llegado, ¿verdad? Como si el problema fuera el mensajero y no la señora que promete ascensos en la Guardia Civil a cambio de información que sirva para sabotear investigaciones judiciales.

Eduardo Madina –sentido común se llama– lamenta que tipos como Koldo o Leire lleguen a ocupar cargos relevantes. Por decir esto sus colegas de partido lo llaman el resentido. No porque no estén cualificados, sino porque lo están de forma incorrecta: lo único exigido es «lealtad mineral», esa que tiene la  cualificación de una tapa de yogur Hacendado  y obediencia de mármol bizantino. No hay principios, sino mecánica de sumisión. No hay ideales, sino un puestito un cargo y un gran sueldito.

Y el origen de todo —como siempre, en esta legislatura— es aparentemente Sánchez, el gran legitimador del todo vale. Que no pasa nada y si pasa es culpa de la ultraderecha. Sánchez ese que  no solo pactó con quienes llevan décadas desafiando el marco constitucional, sino que ha permitido que sus entornos políticos y judiciales se conviertan en zonas grises de dudosa higiene democrática. No es “el caso Leire” lo que debería avergonzar a los socialistas, sino el “caso Pedro”. Ese que lo justifica todo si “gobiernan los nuestros”. Pase lo que pase.

Lo que no dijo Locke —y quizá por eso seguimos sin entenderlo— es que la tiranía suele venir con sonrisa, Ministerio de Igualdad y eslóganes muy cool, cosas de esas. Mientras tanto, los principios, los valores y el Estado de Derecho languidecen en una carpeta del pendrive. Y es eso “Donde termina la ley, comienza la tiranía.”.

Y a esto no le veo fin ni remedio. El ejemplo, la última Conferencia de Presidentes Autonómicos, donde la presidenta de Madrid, Ayuso, dio el cante otra vez. Lo que me hace pensar lo de siempre, que nada cambia si entran otros,  y aunque es necesario el cambio por limpieza democrática, como decía Aristóteles, que en su obra “Política” establecía que las revoluciones proceden de que nada en este mundo puede subsistir eternamente y que todo debe mudar pasado cierto tiempo. Pero no seamos insensatos,  el problema real es que lo que hay que cambiar es el sistema; el cambio de fichas no es suficiente.

Y como cierre, una pregunta:
¿Por qué el gremio de fontaneros de España no ha presentado todavía una querella por uso indebido del término “fontanera”?

Juan Inurria
Juan Inurria
Abogado. CEO en Grupo Inurria. Funcionario de carrera de la Administración de Justicia en excedencia. Ha desarrollado actividad política y sindical. Asesor y colaborador en diversos medios de comunicación. Asesor de la Federación Mundial de Periodistas de Turismo. Participa en la formación de futuros abogados. Escritor.

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