Siempre es importante sentirnos premiados por nuestra labor, por nuestra lucha, por nuestra constancia; recibir un premio es una “recompensa, un galardón o remuneración que se da por algún mérito o servicio”, (según la Real Academia Española de la Lengua)
En nuestro país hoy sabemos que unos 222 exdiputados, exsenadores y viudas siguen siendo remunerados, es decir, cobrando, sin hacer nada, una pensión vitalicia, que fue suprimida en el año 2011, aunque estos agraciados han seguido percibiéndola, porque no se hizo con carácter retroactivo. De forma que estas “viejas glorias” de nuestro espectro político nos supone únicamente dos millones y medio de euros, aproximados, al año. Destacan varios galardonados que llegan a cobrar 3.600 euros al mes, por el único hecho de haber sido político; y más del 40 % de los beneficiarios cobran más de 1.000 euros al mes. Cantidades nada despreciables, y que no sé si están relacionadas con sus méritos y logros.
Otros premios no son económicos, son recompensas, galardones por la labor profesional, destacando la labor por ejemplo del que fuera ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública de España, el señor Jose Luis Escrivá, que ha pasado a ser gobernador del Banco de España, y, como uno de sus principales cometidos, solicitar que se pueda ampliar el plazo de su mandato, porque su labor para ser recompensada necesita de más tiempo del previsto. Y esta decisión la toma a unas pocas semanas de su llegada; no sé si aún le ha dado tiempo de espolvorear los cajones del escritorio.
Nuestro presidente (el que “esta bueno” según su propio partido), también ha sido agraciado y ha recibido por parte de la Organización de Naciones Unidas (esa que nadie vota pero que dirige nuestras vidas) un premio por la igualdad; galardón y mérito que recibe después de haber regado con nuestro dinero a distintas organizaciones y proyectos (ONU mujeres entre otras), y que suman la nada despreciable cantidad de 17 millones y medio de euros. Premio y galardón que se le ha concedido por su altruista aportación, que realiza con el dinero de todos, con el único fin de dejar de “estar bueno” únicamente en España, e intentar que su prestigio esta vez, traspase fronteras, máxime cuando España va como un cohete, aunque todos nos tememos que esto termine como la Misión de Apolo 13, que aunque no pudo concretar su misión, al menos los tripulantes llegaron vivos.
Mención especial, el galardón recibido por nuestro Rey, Felipe VI, que sufre la amnesia familiar de no saber nunca lo que ocurre (le pasó hace ya unos años a su hermana), que recibió la Medalla de Oro del Parlamento de Canarias el pasado 19 de septiembre, manifestando la presidenta de la Cámara, Astrid Pérez: “en un acto histórico que es símbolo de gratitud y compromiso colectivo con la Monarquía, una institución que representa a la nación española“.
No supe si, además de reunirse con los notarios en el Hotel Abama del sur de la isla de Tenerife, se dio una vuelta por Las Raíces en la Esperanza, o lo llevaron por la Consejería de Sanidad para que repasara las listas de espera de todos aquellos que aguardan desde hace años para simplemente hacerse una prueba diagnóstica o una radiografía, o simplemente, se dio un baño por Playa de las Américas, cerca del Barranco de Troya (entre Arona y Adeje) donde el hedor es bastante notorio; todo ello en agradecimiento, compromiso y gratitud, no sólo de todos los canarios, sino de todos los españoles que le pagamos su sueldo.
Supongo que, simplemente, de premios va la cosa.