¡Hay que espabilarse! En este punto en el que Canarias geográficamente asienta su tierra, contemplamos hechos humanos que apuran algunas reflexiones. Contextualizado el pensamiento que se piensa de sí mismo, quiero referirme a ciertas ideas surgidas con ocasión de la toma de posesión de Trump como presidente de los EEUU, hace días.
Vénganos bien este acontecimiento, ondeado planetariamente, para hacer de algo tan trivializado como un relato político nuestro primer desenmascaramiento. Comprender que un discurso tiene enjundia y es cosa seria exige del observador un rastreo de yacimiento arqueológico. Traducirlo a lenguaje sencillo sería signo de distinción necesaria.
Primer cholazo
Nos conviene una arenga, una exhortación, un prestar atención, porque ha frenado la guagua. Y es que resulta que se reclama desde nada más y nada menos que desde la primera potencia mundial unos retoques al diseño apergaminado que viven los últimos tiempos.
El nuevo escribidor no es un personaje cualquiera; su persona tiene personalidad de hechuras; hay mimbres de viejas costuras.
Conviene observar atentamente, para no caer junto al lado de los agónicos apocalípticos, que, según sus cuitas, describen el sombrío mundo que acaba de venir en ciernes.
Pudiera no ser para menos si sólo sus puntos de vista tuviéramos en cuenta, pero hete aquí que a lo mejor aparecen en escena algunos contrapuntos bien apuntalados.
Por lo pronto, se nos llama al orden y la ley para oponernos a cierto post humanismo actual; se nos pide pasar del todo vale y barra libre porque hay fondos para ello al aquiétate y obsérvate primero.
Daría pena oír sólo ahora lo de siempre; un nuevo relato con tintes viejos, o más de lo mismo. No es retórica fácil lo que esconde el mago del sombrero. Se ha abierto la caja de Pandora y ahora las oscuridades que se avecinan más bien indican la proximidad del día.
Que se apele a las heroicidades de un pasado del que no podemos ni debemos escondernos no es hacer nigromancia sobre traumas o estigmas. Un vistazo a la repetición de la jugada nos manifiesta que mirar al pasado y sentar por válido lo que fue bueno convendría ser recuperado.
Un manual de diagnóstico terapéutico, capaz de filtrar costumbres y tradiciones, acercando nuestra memoria a lo que nos ha traído hasta aquí, lejos de espantar nuestros miedos, retumba como sanación del actual ser humano que no es que esté alienado, administrado o embotado, sino que sigue sin darse cuenta de que ya es mayor de edad y por consiguiente debe estar emancipado.
Primero es América, de nuevo; primero somos nosotros, de nuevo.
Atrofiado por ir deprisa y mirar lejos, nos hemos ido de nosotros mismos y como el Quijote vemos gigantes donde sólo existen molinos.
Conviene venerar y hacer veneración sobre un pensamiento que se purifique volviendo a pensar; conviene desenmascarar, porque son los tiempos anunciados por el nuevo orador, para que repensemos. No nos vale ya la exorcización de Homer Simpson, ¡no pienses Bart, no pienses!, exordio efectuado por el padre al hijo justo después de instalar en su casa la televisión por cable (capítulo de la serie de dibujos animados que lleva su nombre).
Seguirán las disecciones, que el cuento es largo y el ensayo también. Los cholazos canarios no son más que los recuerdos que algunos maestros de vara hicieron fertilizar en algunos, para nuestro bien.