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martes, 16 diciembre,2025

Cuando el divorcio se convierte en la tendencia en Canarias

En España se registraron 57.298 divorcios en 2022, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Entre las comunidades autónomas, Canarias volvió a situarse por encima de la media estatal en rupturas por cada 1.000 habitantes.

No es un dato aislado: las islas llevan años encabezando, o situándose entre los primeros puestos, de esta estadística. Pero más allá de los números, hay historias que ayudan a comprender qué está ocurriendo.

Una mañana cualquiera, tras salir de un despacho de mediación familiar en Santa Cruz, Rosa resume así su situación: “Mi marido trabaja a turnos en un hotel. Yo tengo dos empleos parciales. Nunca coincidimos. Llegó un momento en el que solo hablábamos de pagar facturas”. Su testimonio podría ser el de miles de parejas canarias que han visto cómo la presión del mercado laboral impacta directamente en sus vínculos afectivos.

El peso del turismo explica parte de ese contexto. Canarias es una de las comunidades con mayor temporalidad laboral de España. Los turnos rotativos, las jornadas partidas y las temporadas altas y bajas definen la vida cotidiana de muchos hogares.

Para algunas parejas, la distancia emocional no viene por falta de cariño, sino por ausencia real de tiempo compartido. “Sentía que vivíamos en la misma casa pero en vidas distintas”, explica Rosa.

A esta realidad se superpone el encarecimiento del coste de la vida. En los últimos años, el alquiler ha subido con fuerza en las islas, especialmente en zonas turísticas. Pau y Dalma, un matrimonio valenciano que vive en Adeje, relata cómo el precio de la vivienda motivó tensiones constantes: “Pasamos de pagar 600 euros a casi 900. Con nuestros sueldos fue una bomba de relojería. Discutíamos por todo”.

El estrés financiero es uno de los factores más citados por psicólogos y trabajadores sociales a la hora de explicar el deterioro de muchas relaciones.

La insularidad también juega su papel

En Canarias conviven tres realidades demográficas: población local, migración peninsular y comunidades extranjeras. En muchos casos, las redes familiares de apoyo no están cerca. Eso hace que las crisis se gestionen con menos amortiguadores emocionales.

“Cuando tuve a mi hijo —cuenta Natalia, residente en La Laguna— me di cuenta de que no tenía a nadie con quien dejarlo para descansar. Mi pareja estaba siempre trabajando. La soledad se fue haciendo enorme”. La falta de apoyo cotidiano puede acelerar la fractura de vínculos que, en otros territorios, resisten gracias a la presencia cercana de la familia extensa.

Además, Canarias mantiene desde hace décadas una fecundidad muy baja. Tener menos hijos no determina el divorcio, pero sí influye en la dinámica de las parejas. En contextos con más descendencia, algunas relaciones se sostienen durante más tiempo por los cuidados compartidos y por las obligaciones conjuntas.

En las islas, donde muchas parejas tienen un solo hijo o ninguno, la separación puede presentarse como una alternativa menos dolorosa.

A todo ello se suma un cambio cultural profundo. Ahora el divorcio está completamente normalizado. Las generaciones jóvenes no lo ven como un fracaso, sino como un proceso administrativo cuando la convivencia deja de ser sana.

En palabras de Marcos, 38 años, otro vecino de La Laguna: “Mis padres estuvieron juntos aunque no eran felices. Yo no quiero eso para mis hijos. Prefiero que me vean tranquilo, aunque sea separado”.

Detrás de cada estadística hay realidades muy distintas, pero una sensación común: la búsqueda de bienestar personal en un territorio donde, a veces, la vida cotidiana exige más esfuerzo del que parece.

Redacción
Redacción
Equipo de Redacción de elburgado.com

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