Estamos episcopalmente colonizados por Las Palmas. Y ahora también nos mandan un obispo de Las Palmas, que tomará posesión en mayo, el padre Eloy Santiago. El prelado Mazuelos será elevado a la diócesis de Málaga y designado cardenal en el próximo consistorio, o como se llame, sostienen los vaticanistas. Y, ayer, nuestro dimisionario Bernardo, enfermito como está, quedó relegado a una posición de retaguardia en la bendición de los óleos en la catedral lagunera, por la preminencia del obispo auxiliar de Las Palmas, Cristóbal Déniz, que ofició la ceremonia. No me gusta esta colonización canariona en el ámbito de la Iglesia canaria, aunque servidor no vaya ya a misa, sobre todo para no escuchar las tonterías que dice la mayoría de los curas en sus sermones, más tontorrones y sin contenido que nunca. Ahora nos mandan al padre Eloy Santiago como obispo de la diócesis nivariense; será, ya digo, consagrado en mayo, y seguro que vienen de Las Palmas a ordenarlo también y que traerá numeroso séquito. O sea, que ni chiquito suplicio. No, no, yo no quiero crear el pleito eclesiástico, pero aquella diócesis se ha engrandecido, tiene dos obispos, y esta de aquí sólo uno y además se ha empequeñecido. Cuenta José Agustín Álvarez Rixo en sus Anales que un fraile de cierto retiro del Puerto de la Cruz, que se bañó una o dos veces en su vida conventual, fue vacilado por sus propios compañeros que le escribieron una carta en nombre del papa nombrándolo obispo de Madagascar. Lo hicieron para quitárselo de encima y evitar contraer una especie de peste bubónica que desprendía. Y el hombre, convencido de su elevación a la dignidad episcopal, hizo las maletas y ya se disponía a tomar un barco, no sé con qué rumbo, hasta que un alma caritativa le dijo que la presencia de la Iglesia en aquella isla de salvajes era más que cuestionable. Entonces el hombre comprendió la indirecta, regresó al convento y se bañó. De tíos que no se bañan puedo hablar yo, que he sufrido a alguno que otro. Hoy me va a salir una miscelánea, ya lo verán. Una tal Pilar Bernabé, que es la delegada del Gobierno de Sánchez en Valencia, imita a su jefe y defrauda a su currículo. Durante 14 años mantiene en él que era licenciada en Filología y en Comunicación y, qué coño. Era mentira la doble graduación. Por mucho menos de eso, un ministro alemán que copió unas líneas en un trabajo académico y se olvidó de citar al autor, se fue a la puta calle. Pero esta no, esta se limita a rectificar su mentira piadosa, imitando a su referente académico, Pedro Sánchez, quien, como ustedes saben, es sobresaliente “cum fraude”. Mario Vargas Llosa, que nos dejó, como también sin duda conocen los desocupados lectores, iba a todos lados con una libretita, anotando lo que veía. Dicen que se murió escuchando música clásica. Su necrólogo, Juanito Cruz, que ha publicado los obituarios de Vargas Llosa, todos distintos, en El País, en el Diario de Avisos y en El Día, se ha prodigado estos días ejerciendo de recordador/matarife. Pues que me mande la necrológica mía, que sin duda ya la tendrá escrita, para irla corrigiendo y así no podrá inventarse nada, como hizo su amigo Pedro Sánchez en su tesis degenerativa. Hubo un tiempo en que cada vez que se moría alguien me llamaban a mí para que yo redactara las necrologías. A César González-Ruano le encantaba un obituario y publicó un libro no sé si con quinientas o seiscientas páginas de recordatorios fúnebres, que eran la mar de entretenidos. Yo lo tengo, pero tendría que buscarlo para enviárselo a Juanito y que se inspirara en el maestro y así le saldrían sus lamentos más naturales. El periodista, cuando se pone a plañir, se hace espeso y tiende al exceso. Hizo César una necrológica muy buena de Óscar Domínguez, cuando dio el estampido, en cuyo estudio de Montparnasse vivieron los dos, en distintas épocas. Lo que pasó fue que, en vez de escribir Tacoronte, que era su tierra (casi) natal, porque la natal fue La Laguna, puso “Tocoronte”. Si lo tranca Arturo Maccanti, paz descanse, lo manda al interior de uno de sus calderitos, porque el maestro Arturo era tacorontero de corazón y de pasión. Recuerdo aquellos versos, cuando trazaron y construyeron la autopista del Norte: “Tacoronte, en la cuneta…”, se lamentaba. Ay, maestro, qué buenos ratos pasamos en El Pole y en otros garitos hablando de hembritas y de calderitos al fuego. Y eso. Y cómo te cabreaban las campanas de la Concepción, que no te dejaban dormir. Las mismas campanas que ahora repicarán por el obispo canarión.
martes, 29 abril,2025