En este artículo, primero de unos cuantos, nos adentraremos en los diferentes tercios de un cigarro puro. La idea que subyace e inspira esta concatenación de artículos, que verá la luz esta semana y las venideras, es que los fumadores puedan ahondar en los conocimientos que ya poseen; o para aquellos que empiezan, dotarlos de herramientas que les ayuden a conocer más sobre todo aquello que rodea al mundo del puro. El saber no ocupa lugar.
Estimado lector, parafraseando aquella revista muy de moda en los años 80 y 90 del siglo pasado, esto es Muy Interesante. Sepa usted que el puro, el cigarro, o el charuto como también se le denomina dependiendo del lugar del mundo en el que se encuentre, se compone de tres tercios.
En primer lugar nos encontramos con el llamado “despertar del heno”; que es ese tercio que comenzamos tras encender el cigarro. En este momento el cigarro despierta y es cuando unos transmiten sensaciones muy intensas o por el contrario suaves. Esto depende de la denominación del cigarro, así como de los tabacos que contenga en su tripa que podrán ser ligero, seco o volado (pisos foliares de la planta), así como de su combinación.
Estas sensaciones iniciales pueden perdurar a lo largo de toda la fumada o variar durante su transcurso, pues depende de cómo está colocado y distribuido el tabaco en su seno. En esta fase de la fumada nos encontramos ya algunas notas del cigarro, como puede ser si va a quemar parejo, color de la ceniza, consistencia de la misma y, lo más importante, el tiro. Aquí la fumada suele ser más apaciguada, en parte debido a que el cigarro acaba de empezar su inmolación y por tanto la corriente de humo primaria no ha alcanzado su máximo en lo que se refiere a grados; e incluso los sabores aún no se han condensado y la carga nicotínica es menor.
A continuación empieza lo interesante, ese segundo tercio denominado “lo divino”. Aquí el cigarro despliega su potencial y ya sabremos si nos encontramos ante un puro suave, medio o full body; y si el mismo está bien balanceado. El puro gana en temperatura, en concentración de sabores y sensaciones. La ceniza juega un papel importante sobre todo en este segundo tercio, ya que ocurren habitualmente dos cosas. Puede ser que la ceniza se mantenga (algunas no caen hasta el tercer tercio) o que sea poco consistente y cause estragos en nuestra ropa. Claro está juega un papel importante el puro, pero también la pericia del fumador. Es aquí cuando los fumadores encuentran esa cabeza de fresa o esa ligera prominencia que indica que el cigarro está bien construido.
Finalmente llega el momento de los valientes, el tercer tercio, para muchos determinado por la ubicación de la anilla y que llamaremos el “jugo de estiércol”. Es cuando decimos que nos fumaremos hasta la mismísima uña, o no. Los sabores ya están muy concentrados, la temperatura de la combustión se aproxima a nuestros labios y la carga de nicotina se intensifica. Para muchos avezados, en esta fase ya no debemos realizar el retronasal pues podemos encontrarnos wasabis o pimientas muy elevadas que nos resulten agradables para algunos o desagradables para otros. Como decía, la pericia del fumador cuenta, al igual que su parsimonia a la hora de fumar, pues conseguiremos jugar con la intensidad del calor y con la picosidad del tabaco. Sin duda, las caladas deberán ser más espaciadas (más si cabe) consiguiendo con ello el no sobrecalentamiento y refrigeración del cigarro que hará que podamos finalizarlo sin que él lo haga con nosotros.
Como siempre, y dependiendo de la denominación por la que optemos, la franja horaria, así como si hemos comido o no, jugarán un papel muy importante y determinante en la experiencia que queramos vivir. La duración de los tercios será mayor o menor dependiendo del cepo o formato que estemos fumando. A pesar de que esto será harina de otro costal, el maridaje es muy importante también en la experiencia, ya sea con agua, café, espirituosos varios o incluso con alguna pastilla de cacao que nos pueda endulzar las vicisitudes que podamos encontrarnos a lo largo y ancho de la fumada.
Concluyo con esto el primero de muchos “¿Sabías qué?”, esperando que estas líneas hayan podido contribuir en algo a que podamos ser fumadores instruidos y conocedores en mayor o menor medida del producto que estamos consumiendo.
El conocimiento es poder.