Seguramente, cuando leíste el titular de este artículo más bien pensaste en otros animales. Efectivamente, el refranero nos dice que más vale ser cabeza de ratón que cola de león. Sin embargo, el bonobo y la cacatúa son animales que nos ayudarán a entender un poquito mejor cómo funciona el mundo en la actualidad. Es por ello, por lo que, sin dejar de usar un lenguaje sencillo y desnudo, tan característico de la sabiduría popular, podríamos afirmar también que más vale ser cabeza de bonobo que cola de cacatúa.
El bonobo pertenece al linaje de los grandes simios. Este entrañable animal guarda cierto parecido con el chimpancé, aunque son especies diferentes. El chimpancé y el bonobo son los familiares más cercanos al ser humano. El 98% del ADN del bonobo es idéntico al de un ser humano. ¿Los bonobos tienen conciencia de sí mismos? Parece que sí. Para llegar a esa conclusión la comunidad científica ha recurrido a la prueba del espejo. El bonobo ha sido capaz de reconocer su propio reflejo en un espejo.
Por su parte, de la cacatúa me gustaría enfatizar su exuberancia natural. Hoy en día, los humanos están muy preocupados por alcanzar el ideal de belleza de una cacatúa. Pero, al mismo tiempo, subsiste un menosprecio por la información que proviene de los cinco sentidos. Las personas se alejan de aquello que pueden ver, tocar, oler, oír o degustar en su conjunto. Existe una tendencia generalizada por aferrarse a estereotipos impuestos por la industria de la moda. Puede que el pináculo de toda esta propensión sea la inteligencia artificial, aunque desconfío de ella porque me recuerda a un oráculo.
Las grandes preguntas sobre la condición humana se han sustituido por lanzar frases hechas a través de las redes sociales. Realmente, los humanos anhelan la hermosura inherente a una cacatúa, pero la triste realidad es que nadie puede experimentar lo que pasa más allá de la cola de una cacatúa. Optar por reflexionar y no estar pendiente de la apariencia, no es nada fácil. Probablemente, la veneración hacia la imagen tenga su razón de ser en la falta de ilusión. Y es que nadie quiere hablar de los contraargumentos porque carecen de propiedades magnéticas. Las contradicciones no atraen. Pero las objeciones y dificultades son necesarias en los procesos mentales.
Nunca he estado de acuerdo con la frase que dice vale más una imagen que mil palabras ya que precisamente necesitamos el lenguaje para entender lo que nos llega mediante los cinco sentidos. Ahí está la clave, sólo priorizamos un único sentido. Pero los restantes sentidos todavía no han desaparecido.
Con anterioridad, comentaba que un bonobo era capaz de tener conciencia de sí mismo mirando un espejo. En la humanidad, se ha producido un salto desde la mera conciencia, propia del bonobo, hacia el apego por la seducción. Pues bien, el hechizo humano se materializa fundamentalmente través de un conjunto de rasgos físicos. Y, por su supuesto, la fealdad se usa también como reclamo publicitario ya que lo antagónico siempre da buenos resultados. Por su parte, el lenguaje, que tiene un papel estelar, irrumpe en escena de una manera muy sutil en el momento oportuno.
Sin embargo, creo que el espejo como herramienta aún tiene una función muy importante en la humanidad. O por lo menos creo que eso era lo que sostenía Leonardo da Vinci (Anchiano, Italia, 15 de abril de 1452 – Amboise, Francia, 2 de mayo de 1519), quién abanderó una de las etapas cruciales en la historia de la humanidad: el Renacimiento.
Leonardo da Vinci escribía de forma especular. Esto quiere decir que debías emplear un espejo para entender lo que decía. Gracias a un conjunto de reflejos en un espejo también puedes conocer muchas cosas de la naturaleza humana. Ahora bien, lo más importante era que proyectando cualquiera de las páginas de sus libros en un espejo, no sólo podías comprender el mensaje que Leonardo Da Vinci quería transmitirte, sino también verte a ti mismo mientras leías. Justo en ese preciso instante es cuando un pensamiento, reflejado en una escritura, se fusionaba y se mimetizaba con una persona. Lo abstracto y la realidad física caminan en un mismo sentido con un espejo delante. Así se puede lidiar el dogmatismo con el escepticismo. Más claro imposible: más vale ser cabeza de bonobo que cola de cacatúa. Tú mismo puedes hacer la prueba escribiendo tu palabra preferida al revés y luego colocándola delante de un espejo.