Ha trascendido que la empresa de Silvia Intxaurrondo, la periodista de cabecera de Sánchez en TVE, en donde cobra un contrato de 537.514 euros por ensalzar las bondades y las guapuras de su jefe, ha declarado pérdidas en el ejercicio de 2023. Recuerdo que cuando yo tenía empresas, la obsesión de mi asesor fiscal era que tuviera cuidado con los gastos que le enviaba y que éstos fueran siempre necesarios para el desarrollo de la actividad. Yo no facturaba ni la tercera parte que Silvia, pero el asesor me rechazaba facturas de gasolina, comidas de trabajo, un montón de cosas que le podían parecer sospechosas a la ávida Agencia Tributaria. Si con ese monto que cobra doña Silvia le sale negativo el impuesto de sociedades (-976 euros), que me diga la fórmula porque cojo y monto la empresa otra vez y sigo facturando por ella. Porque es un chollo. Lo que pasa es que a mí me enviarían a la Agencia Tributaria en paracaídas y a Silvia, no. A Silvia, nati. No hay nada como ser exegeta de Pedro Sánchez para tener uno un buen estatus en este país. No sé si hacerme yo sanchista, en vez de estar dando palos de ciego como un gilipollas, para después no llegar a final de mes con mi sueldo de jubileta arrastrado y mi entusiasmo sin fin. En España hay una nueva casta, la de los periodistas paniaguados, a los que Sánchez y los suyos hacen millonarios. Pregunten cuánto facturan, por ejemplo, el diario Público y el diario El País y cuánto tira este último cada día, que no llega a los 40.000 ejemplares cuando llegó a lanzar 450.000. Y a Silvia Intxaurrondo, que le manden un inspector de la Agencia Tributaria. Que revuelva papeles y ya está. Como a cualquier españolito de a pie. Que el funcionario mire; yo no acuso a nadie, pero, joder, qué buena contabilidad.
viernes, octubre 11, 2024